El corazón en un puño

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Me pierdo la excursión a las montañas Hudson. Tal y como había previsto, paso todo un día en cama.

Cuando despierto, los rayos del sol escuecen en mis córneas. Eso, cuando consigo despegar los párpados, pues parece que se han encariñado los unos con los otros y no quieren soltarse. No sé qué hora es aunque todo apunta a que la mañana está muy avanzada. «Perfecto», pienso, «he perdido dos días de clase». No tengo tiempo de pensar demasiado, sin embargo, porque la presión de mi vejiga amenaza con avergonzarme. Me levanto todo lo rápido que mis perezosos músculos me permiten y corro al lavabo. Quien piense que hacer pis después de todo un día conteniéndose es placentero se equivoca. Duele.

Sentada en la taza del váter apoyo la cabeza contra mis manos, tratando de hacer memoria. No recuerdo cómo me trajeron desde casa de la abuela, pero antes de meterme en el coche debieron vestirme ya que me quedé dormida en la bañera. Mamá también tuvo que volver a cambiarme, pues ahora mismo llevo puesto el pijama. Haber pasado por un estado tan vulnerable no me inquieta; sé que estuve en buenas manos durante mi inconsciencia. Así que en lugar de ponerme nerviosa, estoy tranquila. Pese a lo derrotada que me encuentro, siento que estoy de una pieza, que formo parte de una unidad, y eso, después de tanto tiempo, es reconfortante. El baño de Mercurio ha surtido efecto: el humor y yo somos uno y estamos en paz. No sabría describir cómo me sentía antes, pero se parecía mucho a tener dos Gins batallando en lo más hondo de mi ser.

Suelto un largo suspiro. Dormir mucho y estar descansada no son sinónimos. Al cerebro le cuesta arrancar y me agota incluso el hecho de pensar. Por no mencionar que no haber comido en todo un día me ha dejado sin energías.

De vuelta a mi habitación decido coger el móvil. Es algo que no me supone un esfuerzo mental excesivo.

El grupo que tengo con todos mis amigos está a reventar de mensajes.

Serena:

Gin, ¿no vienes a clase?

Roya:

Me parece muy fuerte que para un día que nos vamos de excursión te la peles.

Claire:

Oye, que es subir al monte Hudson. Es una excursión para hacer ejercicio, lo cual no es una excursión en absoluto.

Roya:

Tú calla, que te tengo al lado.

Matt:

Sois unas desalmadas. ¿Y si le ha pasado algo?

Serena:

¿Estás enferma, Gin?

Deslizo el dedo por la pantalla, obviando comentarios sin importancia y varias bromas que se lanzan entre ellos.

Logan:

GIN, TIENES DEBERES. El profesor Lukas quiere que para la semana que viene lleves una roca del monte Hudson y hables de sus propiedades. Ah, y que te hagas una foto para que él sepa que no has hecho trampa y hayas cogido una piedra de tu jardín.

Pongo los ojos en blanco y sigo bajando en la conversación hasta dar con los mensajes que corresponden al día de hoy.

Henry:

Gin, tía, ¿estás viva?

Claire:

He llamado a su casa y su madre me ha dicho que está con fiebre.

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