Prólogo

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Me estaba sucediendo nuevamente.

Los escalofríos comenzaron a recorrer cada parte de mi cuerpo, provocando espasmos y convulsiones incontrolables.

Se me hizo un nudo en el estómago y comencé a sentir nauseas y mareos, a tal grado que caí temblando al frío suelo de baldosas.

Los huesos empezaron a cambiar de forma, fusionándose unos con otros como es común en la metamorfosis, provocándome un dolor desastroso e involuntario en cada músculo y tejido de mi delgado cuerpo.

Traté levantarme pero no pude.

El dolor era tan intenso que no pude evitar soltar un alarido de sufrimiento, que logró provocar ardor mientras pasaba a través de mi garganta.

Sentí como las extremidades iban cambiando, al igual que cada hueso: columna, tibia, radio. Cada uno iba adoptando la forma del odioso demonio que tenía dentro, que se apoderaba de mi y me obligaba a dejarlo salir.

Ya no tenía control sobre mí.

El olor a animal se hacía cada vez más fuerte, y ya no podía soportarlo.

Ya no quería luchar más.

Ya no quería sufrir más.

Dejé que me poseyera completamente, y fue ahí cuando mi mente humana se ocultó en los lugares más recónditos de mi cabeza.

Ya no podía hacer nada.

Mi instinto animal -y ojalá fuese solamente eso- se apoderó de mi mente y cuerpo, tomando completamente el control.

El lobo que se oculta en mí salió, y como siempre, no acabaría en nada bueno.

Estoy enferma, y estoy dispuesta a encontrar una cura para la licantropía.

Licantropía: ¿bendición o enfermedad? (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora