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Afortunadamente, Kagome no iba inscribirse para la escuela médica muy pronto, desde que su conocimiento de la anatomía humana era un poco escaso. Porque, para comenzar buscaba un pulso justo bajo su mentón.

"No está muerto - aún respira." Sango retiró su mano de su nariz y le hizo una mueca. "Dios… va a desear que lo estuviera…"

"Tenemos que pedir ayuda." Susurró Kagome rápidamente.

"Sí, pero creo que necesitamos llevarlo adentro y calentarlo primero." Sango se levantó, pero parecía insegura de dónde era el mejor lugar para poner sus manos para no lastimarlo. "Um… cómo…?"

"Uh…" Kagome miró alrededor un momento antes de finalmente chasquear sus dedos. "Ya sé! Agarra una sábana de la casa y podemos usarla como una camilla o algo."

Sango subió corriendo la pendiente mientras Kagome caía de rodillas para retirar los mechones del joven. Un lado de su rostro estaba virtualmente ileso, pero el otro lado y mayormente su cuerpo parecía como si le hubiesen arrancado la piel. "Por favor resiste…" susurró ella. No había manera de que fuera a permitirle morir en su momento.

De repente, una de sus manos se disparó y agarró su hombro tan duro que sus garras mordieron su piel. Ella gritó de dolor, y forcejeó por quitar la mano - pero no estaba despierto… porque aún no había abierto sus ojos.

Se tranquilizó por su urgente susurro. "No les digas donde estoy…"

Y con eso, su agarre se deslizó de su hombro y su cabeza rodó a un lado en un estado más profundo de inconsciencia. Ella lo miró, parpadeando rápidamente por unos momentos. "De quién estás hablando?"

Pero él no respondió más. Y de repente se asustó que estuviera más cerca a la muerte que antes.

"Kagome!"

Sango llegó con la sábana y rápidamente la extendió en la arena. "Rápido - subámoslo."

Kagome tomó su parte inferior mientras Sango tomaba el otro, y ambas lo levantaron a la cuenta de tres. "Ah! Dios es tan pesado!" jadeó Kagome, luchando por mantener un agarre, una tarea particularmente difícil desde que su hombro ardía con fresco dolor.

Ellas lograron deslizarlo por la suave arena y sobre la delgada sábana, antes de proceder a arrastrar su límpido cuerpo por la arena hacia la pendiente. Entonces llegó el problema.

Desde que Sango era más fuerte que Kagome, ella tomó la carga sola y haló de la sábana con toda su fuerza. Kagome sostuvo la sábana desde atrás para que no se resbalara y rodara hacia la playa de nuevo. Y estaban seguras de que si el mar no lo había matado, entonces una contusión seguramente lo haría.

De alguna forma, con asombrosa fuerza arrastraron su cuerpo en la casa y despejaron un área del piso de la sala (que estaba cubierto con paquetes, latas de bebidas y restos de queso) para recostarlo apropiadamente.

"Mejor llamo la ambulancia…" susurró Sango apresurada, y se levantó para correr a la cocina. Kagome atrapó su mano antes de que llegara muy lejos y mordió su labio.

"No puedes." Dijo ella de repente.

Sango la miró expectante.

"Él… despertó hace unos minutos… no quiere que lo encuentren." Kagome lo miró otra vez.

"Quién? Los paramédicos?"

"No - no sé de quién estaba hablando." Kagome frunció. "Pero… no creo…"

"No crees qué, Kagome?"

"Que debamos llamar a la policía." Terminó ella.

"No - sólo al hospital!" Discutió Sango.

Descubriendo SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora