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Inuyasha no había hablado desde que Miroku y Sango se habían ido para encontrar un lugar para quedarse hacia el centro de la ciudad - principalmente porque Sango quería fácil acceso a las tiendas. Pero para entonces, Kagome comenzaba a preocuparse. Inuyasha raramente era silencioso.

No se sentía saludable.

Los dedos de Kagome golpeteaban nerviosamente su taza mientras su mirada se desviaba de la mesa de la cocina hacia los estantes - básicamente a cualquier lado menos Inuyasha. Quería romper el silencio pero qué se supone que iba a decir? Este chico había perdido su vista permanentemente… alguien pensaría que era aún peor que perder tu vida - Inuyasha le pareció como una de esas personas.

De repente su silla tembló mientras decidía levantarse, Kagome volvió su atención, y probablemente dijo lo peor que pudiera decir en una situación como esta. "Quieres un poco de ayuda para levan-"

"Cállate!"

Kagome guardó silencio instantáneamente. Bueno, al menos había hablado.

"Eres tan sangrona y pegajosa - por qué no saltas de un acantilado y mueres!" espetó él bruscamente.

Sus palabras dolieron un poco… después de todo… sólo estaba preocupada por él y sintió un nudo formarse en su garganta. "Dios - no puedes aceptar que realmente me necesitas, verdad?!"

"Cállate, Kagome!" espetó él.

"No!"

Él se giró de repente y la agarró rudamente por sus hombros. Kagome emitió un asustado chillido. "Qué tal si te ahorro el problema de tener que usar ese tonto cerebro tuyo y te lanzo por la ventana y el acantilado!"

Kagome palideció. "No sabes dónde está la ventana!"

Él los giró abruptamente para que su espalda estuviera hacia la ventana de la cocina y comenzó a levantarla. Ella entró en pánico e inmediatamente extendió su mano, golpeándolo duro en su costado y pateándolo duro en la entrepierna. Él dejó escapar un grito de dolor y la soltó bruscamente, cayendo junto con ella.

Kagome retrocedió rápidamente contra los gabinetes bajo el lavaplatos y lo miró. "Estás loco!"

"Estoy ciego!"

"No me asustes así!" ella llevó sus temblorosas manos a sus rodillas y trató de pasar el tembloroso sollozo que subió a su garganta, pero no pudo contenerlo y comenzó a llorar.

La cabeza de Inuyasha se levantó y se tambaleó para sentarse. "Qué estás haciendo?"

"Estoy llorando, idiota!" se sonó, cerrando sus ojos y deteniendo las lágrimas que sólo brotaban libremente por su rostro. "Y-yo intento ser amable y me lo devuelves en mi cara!"

"Deja de llorar ya!" le ordenó él.

"Entonces deja de gritarme!"

"No estoy gritando!"

"Sí lo estás!" chilló ella. "Y deliberadamente trataste de asustarme!"

"Deja de llorar!"

"Basura!"

"Lo siento, sí - lo siento!" él lucía agitado. "Sólo no llores."

Kagome hipó y los sollozos subsidiaron con shock de que realmente estuviera disculpándose. "Lo sientes?"

Él asintió. "Sólo estoy un poco enojado, supongo."

Kagome sonrió y se movió para abrazarlo en el abrazo de oso más grande que pudo lograr, contenta de que no la rechazó. "Yo también… pero nos las arreglaremos, sí?"

Descubriendo SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora