Su cuerpo tibio y blanco,
penetra entre mis huesos.
Su aroma golpea mi garganta,
sus labios rozan mi cuello.
Despierto entre jadeos,
solo y desierto.
Aun con su figura esbelta,
entre la carne y el cuerpo.
Su recuerdo mi resguardo,
la lucidez del encierro.
Si tan solo pudiera verla,
y saborearla en mi pecho.
El adiós de una tarde,
la salida sin regreso.
Me pregunto si aún me espera,
entre la colina y los cerezos.
Solo me quedan memorias, que se rompen en silencio,
como porcelana sutil, su recuerdo.
Igual que su piel de seda,
y su amor metido en mis huesos.
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Un café y mil estrofas
PoesíaUn café, mil estrofas. Unas pocas cicatrices, algunos adioses. Plasmo historias entre verso y prosa. Es que cada verso, cada estrofa... Me sabe a ti...