Bitácora de un adios

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Te amé,

como se aman los atardeceres hermosos,

como amé el sonido del mar en las noches junto tu piel insaciable.

Realmente te amé.

Te amé tanto, te imaginé junto a mí cada noche, recorriéndome entera.

Tanto te pensé, tanto te soñé que mi cuerpo aun busca el tuyo entre las solitarias sábanas.

Pero el frío se coló por la ventana, el hielo congeló el deseo y solo quedó nada.

El humo que se desprendió de aquellas dos tazas de café, fue el único testigo.

Las palabras se quedaron esparcidas en el aire junto con las excusas y todas las promesas sin cumplir,

algunas atascadas en mi garganta y jugando con ese nudo que anunciaba una inminente catástrofe.

Te amé
Juro que te amé más que a mi propia sombra, tanto así que mi piel se desgarra ante tu ausencia.

Tu recuerdo ingrato se ha adherido a mi carne y a cada rincón de la casa,

como tratando de tatuar el pasado, de salvar lo insalvable.

Lo se, se acabó, te marchaste junto a todas aquella vida que planeamos juntos. Te llevaste el color, el mañana.

Hoy solo puedo mirar aturdida un pasado incierto.

Así es el adiós, jodido, maltrecho, agridulce, desabrido.

Así es tu ausencia: condenada, malvada, perversa.

¿Como salir de este vacío, de este hueco constante que has dejado aquí?

¿Cómo pronunciar las palabras cuando no se está listo para enfrentarlas?

Te amé,
Hoy me desojo el alma y me arranco la piel intentando olvidarte.

Lo se, se acabó, como se acaban los días y las noches, las historias, las canciones.

Te ame,

juro que te amé mas que a mi propia sombra...

Un café y mil estrofasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora