Capítulo VIII: Chica dulce.

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Capítulo VIII: Chica dulce.

Jagger.



Un chico bueno quizá le hubiese dado un beso de buenas noches o un abrazo, le desearía dulces sueños y daría la vuelta rechazando totalmente su oferta. Pero soy Jagger Castleraigh y no soy conocido por ser del todo un hombre bueno.

Así que entro al pequeño lugar en el que vive Dakota. Todo está oscuro, pero eso cambia cuando ella enciende una de las luces. Me gusta, eso me da la oportunidad de una vez más deleitar mi vista con sus suaves curvas.

Normalmente tengo control sobre el sexo. Sé esperar hasta llegar a dónde sea que el trato vaya a cerrarse, pero esta noche, bailar con Dakota poco a poco me iba quebrando, hasta que sentí que si no la tocaba iba a quemarme. Pero todo fue peor cuando mi mano se coló bajo ese torturador vestido, cuando mis dedos rozaron toda esa tela, estaba mojada por nuestro baile, no es que la culpe, yo tenía un grave caso de erección. Esa mirada en sus ojos casi me hace tocarla de nuevo antes de decidir ir al jardín. Me sorprendió que no me insultara, golpeará o alguna reacción negativa ante mi toque, de hecho pareció que ella quería más.

Aquí hay una fuerte química a instantes de explotar.

En este momento, mis manos pican por tocar todo ese delicioso y delicado cuerpo. Sus curvas son delicadas, pero eso no impide que aprecie que está deliciosamente genial para la vista, ni que me ponga duro cómo roca. Siento que toda nuestra interacción ha sido un eterno juego previo que me tiene muy excitado.

Se gira y me da una de esas dulces y pocas sonrisas que parece regalar, mientras se balancea sobre sus pies. He pasado las últimas tres semanas alrededor de Dakota, una chica a la que antes solo observaba por la curiosidad de por qué siempre parecía alejada de todos y las diferencias de personalidad con su muy sociable hermana, no niego que un par de veces noté que era bonita mientras parecía perdida en cada cosa que el profesor decía, era una curiosidad genuina por entender a la chica bonita que se aislaba de todos y que parecía tener las sonrisas contadas, demasiado seria. Sin embargo, estas últimas tres semanas parecía lo suficiente cómoda para regalarme muchas de ellas.

— ¿Quieres algo? —pregunta. Sonrío.

—A ti.

Sacude su cabeza y alcanzo a ver una sonrisa que desborda picardía y que no había conocido en ella hasta ahora.

—Me refería a una bebida o algo de comer.

—Si me preguntas que quiero comer justo ahora, fácil, la respuesta eres tú —Dejo en claro. No soy un hombre dar muchas vueltas.

— ¿Por qué querrías comerme?

—Esa es una pregunta equivocada —Doy pasos hacia ella, acercándome cada vez más a la pared en donde ahora recarga su espalda—. La pregunta correcta es por qué yo no querría comerme a una dulce, inteligente, sexy y peculiar chica como tú.

Llego hasta ella y tomo un mechón de ese cabello largo que hoy luce salvaje. Deja escapar una respiración profunda y mi atención va a esa boca descarada.

—Ya no importa si te escondes, Dulce. Yo siempre voy a verte, no hay manera en la que no lo haga.

—Eso es absurdo.

—Entonces, lo absurdo te hace temblar y que tu piel se erice. Lo absurdo hace que esos ojos tuyos brillen como el mejor de los whisky. Y lo absurdo hace que tu cuerpo reaccione al mío. Creo que en ese caso, me gusta lo absurdo. Me encanta.

Contradicciones (#1 El Negocio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora