Capítulo 1

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Miraba directo al pizarrón, sin prestar atención en lo que contenía. Escuchaba como el lapicero que estaba entre sus labios crujía cada vez que lo mordía.

El ruido hueco que produce el mar estando bajo él, aun permanecía en sus oídos. Como las burbujas que provocaba su respiración escapaban de ella, hacia la superficie. Hacia los rayos de luz que se asomaban en el mar, abriendo paso en el obscuro lugar.

Sintió como si de nuevo soñara. Así comenzó su día, con un sueño. Después, ella se paró de golpe, aspirando hasta que los pulmones no pudieron más. Observó en donde se encontraba. Paredes moradas, llena de fotografías, recortes y posters, con el familiar olor a humedad. Su habitación.

Suspiró, aliviada. Se sobó la frente con la palma de su mano. Estaba sudando. Su cabeza le daba vueltas y el pulsante dolor hizo arrepentirse un poco de la noche anterior.

Puso los ojos en blanco pero, observó su reloj y apretó su mandíbula.

Era tarde. Muy tarde. 

Si corría podía llegar con el límite de tiempo para tocar la puerta del salón y poder entrar.

«¿Por qué soy así?» Pensó, haciendo una mueca, tomándose un momento para recargarse en la silla y relajarse.

Se sentía cansada y tenía  la sensación  de no haber descansado bien, presentía que llevaba una cara de zombie.

Abre el closet blanco y tomó lo primero que encontró,  lo que consistía en unos jeans negros y una blusa sin mangas color blanca. Parada, se coloca los converse rojos dando brinquitos, perdiendo el equilibrio cada vez más.

Se estiró para alcanzar la chaqueta, apresurada, que se encontraba en la cama. Sin siquiera tocar su cabello rubio, corrió hacia la salida después de agarrar su mochila para la escuela del suelo junto a la puerta de la habitación.

Era increíble, primer día de un nuevo semestre y tenía que llegar tarde. 

Al salir, sintió como el frío recorría su cuerpo. Sin dejar de caminar, se puso la chaqueta y después de colocarse correctamente la mochila, sintió como el cuero la protegía del frío. Comenzó a correr.

Scarlett tomó el autobús. Al entrar, advirtió que ya no había asientos vacíos. Rodeó con la mano el tubo más cercano y sacó un libro que siempre tenía en su mochila azul marina. «Gracias a los dioses, nunca lo saco» se dijo en sus adentros.

— Puedes sentarte aquí, si quieres —recordó escuchar.

Cuando tomaron su hombro, salió de su cabeza y regresó a la actualidad. 

— Señorita ¿me está escuchando?

Scarlett alzó su mirada tras un par de parpadeos rápidos.

— Claro —pasó saliva —estoy
aquí.

En la barba rasposa de aquella autoridad, se le asomaba la vejez, con canas gruesas.

Tenía la típica mirada adormilada con aburrimiento, ni siquiera con un poco de desesperación o enojo por no prestar atención a la clase. Eso le dio pena, pena por ver a un robot más en la sociedad, como si necesitáramos a más como ellos. Apagando todo lo que les apasiona sólo para convertirse en lo que uno necesita y no en lo que sus deseos necesitan.

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