Scarlett despertó entre pestañeos y gracias a una acaricia en la mejilla. De pronto le dió frío.
Lo primero que vió, fue una ventana, y recordó que estaban a miles de kilómetros del suelo. El sol aún era mañanero y le acariciaba el rostro.
Tomó un mechón y lo colocó atrás de su oreja. Estaba con una cobija encima, y sin pensarlo, la estrujó entre su mano, tapándose más con ella hasta la altura de sus labios.
Evan la tenía entre sus brazos, recargada en su pecho. Éste subía y bajaba gracias a su respiración.
Sus miradas se encontraron. Admiró largas y obscuras pestañas de su compañero de vida.
— Ya casi llegamos Carl —su voz era profunda.
La iris de Evan era increíblemente clara, un café claro, y se veía aun más clara con la luz del sol. Parecía que podías ver a través de él. Scarlett siempre sonreía al notar como resplandecían.
Respiró profundamente y abrazó a Evan. Permanecieron así hasta que el avión aterrizó.
Evan ayudó a Scarlett con las maletas y salieron para buscar a su padre.
Comenzó a temblar por los nervios y sentía como el estómago se le revolvía con sus manos húmedas de sudor. Comenzó, como era de esperar, a juguetear con sus manos sin dejar de moverlas. Comenzó a respirar con pesadez y se sintió mareada.
— Oye —la detuvo Evan, haciendo que lo mirara —todo saldrá perfectamente.
— Estoy muy nerviosa —soltó una risita que lo comprobaba.
— Eso está más que claro —él también río.
— Desde que se fue no lo he visto —continuó.
Evan se fijó que no dejaba de jugar con sus dedos. Los apretaba, los acariciaba, a veces los mordía y otras simplemente hacia que se rosaran.
Soltó un suspiro.
— No puedo, me arrepiento. Hay que irnos —dió media vuelta, pero Evan la tomó por la muñeca.
— No volamos hasta aquí para que te marches a los cinco minutos.
— No puedo, por favor vámonos —rogó con un tono de desesperación y súplica. Juntó sus manos y se incorvó un poco.
— No, nada de eso, esperemos a tu padre, y luego...
— ¡Scarlett! —se escuchó con emoción, interrumpiendo a Evan.
Un hombre caminó hacia su dirección. Irradiaba felicidad con esa sonrisa enorme que mantenía.
«Santo Dios» pensó Scarlett al ver, casi segura, a su padre.
Éste vestía con una camisa, con los primeros botones desabrochados, mostrando algunos vellos. Un pantalón negro, bien planchado. Y su calva brillaba de lo bien cuidada que estaba.
Llegó hasta ellos y abrazó con fuerza a Scarlett.
Ella no se movió. Se sintió incómoda y no supo qué hacer.
— William —dijo con tono de fingida sorpresa.
Él se alejó para contemplarla mejor.
Evan caminó un poco, viendo hacia otra dirección.
¡Mírate! Estás hermosa y enorme —siguió exclamando.
Scarlett alzó sus cejas y apretó los dientes para enseñarle, una pésima sonrisa, llena de incomodidad.
— ¡William! —repitió, mirando hacia otro lado. Su papá sonrió.
— Eso ya lo dijiste querida.
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Anagrama
Teen FictionLas miradas de todos estaban atestadas de recuerdos e historias completamente diferentes. Los hacía estremecer y desear con todas sus ganas escapar de una buena vez. ¿Alguna vez te has sentido tan oprimido hasta en tu propio cuerpo que solo quieres...