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Siete días...

Siete malditos días sin saber de Liam. No responde mis mensajes ni mis llamadas, su hermana no puede o no quiere decirme nada y en su casa no responden a mis llamados.

—¿Qué demonios Liam? ¡Carajo! —Tiro el móvil en mi cama después de intentar por décima vez que atienda, suspiro a causa de mi frustración y coloco mis manos sobre mi rostro.

—¿Sin señales del ladrón de novias? —Una gruesa e inconfundible voz se acerca acechando desde el umbral.

—No —respondo resignada—, nada.

—Eso es extraño, normalmente no dura tanto escondiéndose. —Su risa burlona me contagia. Tiene razón, Liam nunca se oculta por mucho tiempo, no le gusta huir de sus problemas.

—Creo que debo darme por vencida, supongo que regresará antes de que me case, ¿no? —quito una mano y miro en su dirección buscando una respuesta.

—Claro, es él quien debe entregarte al altar, es tonto pero no mentiroso.

Escuchar eso hace que mi corazón sienta un poco de alivio pero la incertidumbre de saber qué ocurre con él aun me acongoja. Siento el móvil vibrar sobre las sábanas y lo tomo a toda velocidad, sin siquiera mirar el remitente atiendo.

—¿Si? —Mi estómago se hace un nudo y eso se nota en mi tono.

—Amor, ¿te encuentras bien? —Del otro lado de la línea, la voz rasposa de Coel se hace presente, cierro los ojos y me recuesto.

—Si cariño, todo está bien —digo lo más serena posible—. ¿Ocurre algo?

—Ocurre que quiere pasar tiempo con su "casi" esposa —Agnes interrumpe y se gana una de mis miradas asesinas—. Ya, me rindo, me das miedo con esa mueca.

Escucho sus pasos dirigirse hacia abajo y vuelvo a mi interlocutor.

—Lo siento, Agnes estaba molestando, ¿qué decías?

—Que me gustaría me acompañaras a un lugar hoy en la tarde, quiero rememorar viejos tiempos. —Sus palabras salen dibujadas de sus labios, la ternura y melancolía que despiertan en mí me hacen sentir extraña.

—Claro, ¿a qué hora? —pregunto con dulzura.

—Pasaré por ti a las cinco, no comas mucho. —Ambos reímos. Soy una mujer de buen comer, casi siempre tengo hambre.

—Lo prometo, nos vemos en unas horas —aseguro.

—¿Nef? —Escucho mi diminutivo casi como un susurro.

—¿Si?

—Te amo. —Su voz se vuelve tersa antes esas palabras.

—Y yo te amo a ti. —Cuelgo de inmediato y me regaño a mí misma. Debo dejar de preocuparme por Liam y centrar mi atención en quien realmente lo necesita. 

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El sol ilumina el lago, emana un brillo muy particular. La calma que se respira a sus alrededores, el sutil sonido de los animales y la suave brisa que despeina mi cabello hacen todo simplemente maravilloso.

—¿Recuerdas este lugar? —Siento su brazo rodear mi ternura mientras una leve sonrisa se expande por todo su rostro.

—Cómo olvidarlo. —Suelto sin más, dejando que los recuerdos de a poco me invadan.

—Fue aquí donde nos dimos aquel primer beso en el atardecer más mágico de toda mi vida. —Escucho su voz cargada de afecto y eso me hace sonreír.

—Sin contar la pedida de matrimonio —añado y lo miro de manera traviesa.

—Es verdad, pero eso fue planeado, lo primero no, simplemente ocurrió.

A mi mente llegan las remembranzas de aquel ocaso. Las cosas habían ocurrido de una manera poética, supongo. Coel siempre tenía algo dulce, romántico, ideático o inteligente que decir y con ello captaba mi atención en todo momento. Sus chistes eran ingeniosos y de alguna manera, siempre siendo tan él, conseguía convencerme de que era la mujer perfecta para él.

Esa tarde en particular, habíamos disfrutado del museo, expandiendo nuestro conocimiento sobre cultura general y acercándonos aún más. Había tomado una margarita en su mano derecha con el pretexto de que se vería mucho más bella en mi coronilla. Lo dejé acercarse, la distancia entre ambos se volvió nula, percibí su perfume junto con su aroma característico; lo dejé dar un paso más y cuando su trabajo finalizó, nuestras miradas se cruzaron. Mi respiración y los pálpitos acelerados de mi corazón no me dejaron fingir, él fue capaz de sentirlos y de pronto ocurrió. Nos besamos en ese mágico crepúsculo y así dejé que ingrese a mi vida.

—Sé que estás preocupada, puedo verlo. —Vuelvo a la realidad con sus palabras, lo miro con algo de temor, ¿está hablando de lo que creo?

—No es nada —respondo escueta.

—Sí, es importante, para ti lo es —Miro mis pies y trato de esconder los nervios que de pronto se cuelan por mi cuerpo—. No es fácil separarse de todo lo que has conocido; de tu madre, tus amigos, tu vida aquí en New York.

Escucho atentamente. La culpa hace acto de presencia en ese instante; Coel pensando en nuestro futuro, en mi futuro y yo pensando en Liam. ¿Acaso puedo ser más egoísta y estúpida?

—Me doy cuenta de tu amor por lo que haces, por quienes te rodean y eso es algo que siempre admiré de ti, cariño. Por eso he tomado una decisión, solo quiero que seas feliz a mi lado, lo sabes ¿no? —Observo el azul profundo de sus ojos y ese brillo que los enciende cada vez que planea algo.

—¿Qué es exactamente eso? —La curiosidad empuja a clavar mi mirada en la suya esperando con impaciencia una respuesta.

—Pues, verás —Toma mi mano con delicadeza y sonríe de lado—. Te he dicho que debemos ir a Grecia por la empresa y los negocios que allí se gestan, mi ciudad natal es el corazón de todo el sistema vitivinícola.

—Lo sé, es por eso que iremos a vivir allá, ¿qué ocurre con eso? —mi voz suena nerviosa.

—Estas semanas han sido arduas, he estado algo ausente pero todo tiene su porqué —lo miro con los ojos expectantes—. Conseguí trasladar la parte más importante de la empresa aquí, a New York. Aún quedan detalles para que todo finalice y deberemos ir a Grecia por el período de un año, pero luego de eso volveremos. Para ese entonces compraremos una casa cerca del departamento de tu madre y Agnes, podrás volver a tu trabajo y yo controlaré todo desde aquí.

Me encuentro totalmente estupefacta antes sus palabras. Desde que Coel me había pedido que sea su esposa la idea de ir a vivir a Grecia se había transformado en una gran realidad, cada día era más consciente de que tendría que dejar todo lo que conocía para construir una nueva junto a él. Pero ahora, se presentaba ante mí la idea de que volveríamos, nos quedaríamos para construir un futuro.

—¿Qué dices? ¿Aceptas? —Un horrible nudo en mi garganta comienza a crecer, me duele y los ojos me pican. Quiero llorar y no de alegría ni de emoción, sino de culpa, porque en este momento me doy cuenta de que me siento realmente perdida.


La Boda de Neferet Donde viven las historias. Descúbrelo ahora