¿Quien te crees que eres?

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Prólogo {Narrador omnisciente}

-Si sales por esa puerta no volverás a entrar pequeña zorra- gritó su padre.

-¡Esa es la idea, viejo estúpido!- respondió Cecilia decidida antes pegar un portazo final.

Con tan solo 18 años, Cecilia  había decidido dejar la vida de mierda que tenía con su padre de una vez por todas. El tipo era un drogadicto, la maltrataba, la humillaba y en ocaciones la golpeaba. Ella tenía que vivir a su merced, y como su puta esclava.

"Pero ya no más" se decía Cecilia a sí misma.

Ella trabajaba ocho horas diarias en una librería, y por la noche iba a una escuela nocturna. Éste era su último año antes de graduarse. Con su salario pagaba las cuentas de la casa, y los bíberes. Aunque quinientos dolares al mes no servían de mucho para mantener una casa estable y la vida de dos personas.

Pero ya no sería así. Con años legales, se escapó de la pocilga de su padre.

Casi no tenía dinero, pero tenía mucha decisión y un gran plan.

A los cinco años sufrió la muerte de su madre. Un cáncer fulminante había terminado con su vida. Desde ahí en más su padre se volvió alcoholico, y aunque Cecilia tenía compasión y quería ayudarlo, la mayoría de las veces terminaba agredida verbal o físicamente.

La idea, planeada y establecida desde sus quince años, consistía en buscar a su abuela materna. De quién había perdido contacto al mudarse de su lugar de origen, Holmes Chapel, Cheshire para vivir en Doncaster, South Yorkshire, ambos en Inglaterra.

Cecilia se acercaba caminando con una gran mochila al hombro y algo cansada a la estación de tren. Tenía suficiente dinero para el boleto pero al llegar, encontrar a su dulce abuela sería una prioridad, si no debería dormir en la calle.

Compró el boleto. Ya no cabían más reflexiones en su cabeza. Era su vida, tenía la edad necesaria, y podía hacer lo que ella quiera. No sintió pena, ni culpa de dejar a su padre. El tipo le había hecho la vida miserable, y ella lo había aguantado bastante tiempo sin quejarse.

El tren paró frente a sus ojos y las puertas se abrieron. Una leve sonrisa de esperanza surgió en su rostro.

Cecilia tenía fé en que muchas cosas buenas llegarían a su vida. Quizás una casa, un trabajo, y su último año de escuela. Pero como la ley de la vida es que en todo lo bueno, hay algo malo, aquí encontró su error. Un galán, atrevido y rompecorazones dispuesto a ganar el suyo. No sería fácil.

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