Clavaba mis uñas en su espalda, y ambos ahogábamos gemidos entre besos.
-No te detengas- susurré sin aliento, mientras él entraba y salía de mi cuerpo.
-Créeme que no lo haré- contestó él agitado, solté una risita afónica que fue sofocada cuando embistió como un animal.
Grité, me retorcí, y gemí de placer bajo su cuerpo.
Ahora entendía porque a todo el mundo le gustaba el sexo.
Minutos después, ambos estallamos en un gran orgasmo.
Harry apoyó su cabeza sobre mi hombro. Estábamos agotados.
-Ha sido increíble- susurró y me sentí completa.
No quería moverme, me sentía demasiado feliz y satisfecha como para siquiera pensar en otra cosa.
Él se levantó y lo observé expectante.
-Voy a tomarme una ducha, ¿me acompañas?-
-Suena tentador- admití.
El sonrió y me tomó en brazos. Caminó hasta el baño y abrió el grifo.
Harry no dejaba de sonreírme.
-¿Cómo estuve?- pregunté mientras tomaba el shampoo.
-Increíble- me quitó el shampoo de las manos y puso un poco en su mano- date vuelta- me dí vuelta y el comenzó a masajear mi cabello con su el shampoo- si no fuera por lo obvio, casi no me creo que eras virgen.
-¿Ah?- fruncí el ceño, aunque él no podía verme- ¿cómo que no te crees que era virgen?
-Pues lo haz hecho genial, además mirate Cecila.- me giró con sus brazos y pasó su mano por mi cadera- eres hermosa, podrías tener al hombre que quieras.
Me puse una mano en el corazón.
-Me alagas- dije sarcástica.
Era la primera vez que alguien me decía algo así.
-Sabes que lo digo enserio- me empujó con su cuerpo bajo el grifo y me desenjabonó.
-Me toca- ordené mientras le lanzaba una mirada pícara.