cαριтυƖσ 8

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Pero sabía que esto era sólo una disculpa. "Vivo desistiendo de todo lo que comienzo", pensó, con cierta amargura. Quizá dentro de poco la vida comenzase a percibir esto y dejara de darle las oportunidades que siempre le había dado. O, quizá, desistiendo siempre al comienzo, agotara todos los caminos sin haber dado siquiera un solo paso.


Pero él era así, y se sentía cada vez más débil, más incapaz de cambiar. Hasta hace algunos años lamentaba sus actitudes, aún era capaz de algunos gestos de heroísmo, ahora se estaba acomodando a sus propios errores.

Conocía a otras personas así, se acostumbraban a sus faltas y en poco tiempo confundían sus faltas con virtudes. Entonces ya era demasiado tarde para cambiar de vida.

Pensó en no llamar a Suran, simplemente desaparecer. Tomó valor y marcó el número que estaba en el papel. Suran atendió al otro lado.


-No podré ir mañana -dijo Jimin.

-Ni tú ni el plomero-respondió Suran.

 El menor se quedó algunos instantes sin entender lo que la mujer estaba diciendo. Pero Suran comenzó a quejarse de que tenía una avería en la pileta de la cocina, que ya había llamado varias veces a un hombre para arreglarla y que el hombre nunca aparecía. Comenzó a contar una larga historia sobre los edificios antiguos, muy imponentes pero con problemas insolubles.

-¿Tienes el tarot por ahí cerca? -preguntó Suran, en mitad del relato del plomero.Jimin, sorprendido, le dijo que sí. Suran le pidió que esparciese las cartas sobre la mesa, pues iba a enseñarle un método de juego para descubrir si el plomero aparecería o no a la mañana siguiente.


El menor, muy sorprendido aún, hizo lo que le mandaba. Esparció las cartas y se quedó mirando, ausente, hacia la mesa, mientras esperaba instrucciones desde el otro lado de la línea.

El valor para decir el motivo de la llamada se iba desvaneciendo poco a poco.

Suran no paraba de hablar, y el menor resolvió escucharla con paciencia. Quizá consiguiese hacerse amigo de ella. Quizá, entonces, ella fuese más tolerante y le enseñase métodos más fáciles de encontrar la Tradición de la Luna.


Suran, mientras tanto, iba pasando de un asunto a otro, después de hacer todas las quejas sobre los plomeros comenzó a contarle la discusión que había tenido, bien temprano, con la administradora sobre el sueldo del portero del edificio. Después enlazó ese asunto con unas consideraciones sobre las pensiones que estaban pagando a los jubilados.Jimin acompañaba todo aquello con murmullos afirmativos. Estaba de acuerdo con todo lo que la otra decía, pero ya no conseguía prestar atención a nada. Un malestar mortal se apoderó de del menor, la conversación de aquella mujer casi extraña sobre plomeros, porteros y jubilados, a aquella hora de la mañana, era una de las cosas más aburridas que había escuchado en toda su vida. 


Intentó distraerse con las cartas de encima de la mesa, mirando pequeños detalles que habían pasado inadvertidos otras veces. De vez en cuando Suran le preguntaba si la estaba escuchando, y el menor musitaba que sí. Pero su mente estaba lejos, viajando, paseando por lugares donde jamás estuviera. Cada detalle de las cartas parecía empujarlo  más hondo en el viaje.

De repente, como quien penetra en un sueño, Jimin percibió que ya no conseguía escuchar lo que la otra le decía. Una voz, una voz que parecía venir de dentro de él -pero que el menor sabía que venía de afuera -comenzó a susurrarle algo.

Mɪ ᴏᴛʀᴀ ᴍɪᴛᴀᴅ ☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora