Cαριтυlσ 23

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Se quedó mirando distraído a los niños que jugaban en la plaza. Alguien le había dicho una vez que toda ciudad tiene siempre un "lugar mágico", un lugar a donde acostumbramos a ir cuando necesitamos pensar seriamente sobre la vida. Aquella plaza era su "lugar mágico". Cerca de allí,había alquilado su primer departamento cuando llegó a la ciudad grande, lleno de sueños y expectativas. En aquella época, su proyecto de vida era matricularse en en una buena universidad y llegar a ser catedrático en Literatura. Permanecía mucho tiempo sentado en aquel banco, donde estaba ahora, escribiendo poemas e intentando comportarse como sus ídolos literarios se comportaban. Pero el dinero que su padre remitía era escaso y tuvo que trabajar en la firma de exportaciones. No lo lamentaba, estaba contento con lo que hacía y, en este momento, el empleo era una de las cosas más importantes de su vida, porque era lo que daba sentido de realidad a todo y hacía que no enloqueciese. 


Aquella tarde, Suran le había pedido que hiciese un ejercicio que nada tenía que ver con la Tradición de la Luna, cualquier persona podía obtener resultados. No obstante, tenía que ejecutarlo para mantener siempre en movimiento el puente entre lo visible y lo invisible. La práctica era sencilla,  debía acostarse, relajarse e imaginar una calle comercial de la ciudad. Una vez concentrado, tenía que mirar una vitrina de la calle que estaba imaginando, recordando todos los detalles, mercaderías, precios, decoración. Cuando acabase el ejercicio, tenía que ir hasta la calle y verificarlo todo. Ahora estaba allí mirando a los niños. Acababa de volver de la tienda y las mercaderías que imaginó en su concentración eran exactamente las mismas. Se preguntó si aquello era realmente un ejercicio para personas comunes o si sus meses de entrenamiento como hechicero habrían ayudado en el resultado. Jamás sabría la respuesta.


Pero la calle del ejercicio quedaba cerca de su "lugar mágico". "Nada es por casualidad", pensó. Su corazón estaba triste a causa de algo que no conseguía solucionar: el Amor.  Amaba a Taemin, o al menos eso pensaba. Sabía que cuando manejase bien la Tradición de la Luna, vería el puntoluminoso en el hombro izquierdo de él. Una de las tardes que salieron juntos para tomar chocolate caliente, el menor pudo ver el brillo en sus ojos.


El Mago. Estaba otra vez pensando en él. Era éste el problema que la había conducido hasta su "lugar mágico". Desde el encuentro en la cabaña de los cazadores, pensaba con frecuencia en él. Ahora mismo estaba deseando ir hasta allí, contarle el ejercicio que acababa de hacer, pero sabía que esto era apenas un pretexto, una esperanza de que lo invitara de nuevo a pasear por elbosque. Tenía la seguridad de que sería bien recibido y empezaba a creer que él, por alguna misteriosa razón también gustaba de su compañía. "Siempre tuve esta tendencia al delirio total", pensó, procurando alejar al Mago de su mente. Pero sabía que dentro de poco él volvería. No quería continuar, necesitaba evitarlo a cualquier costo. Amaba a Taemin, deseaba que las cosas continuasen así. Su mundo ya había cambiado lo suficiente.


El sábado por la mañana, Taemin llamo. Vamos a dar un paseo -dijo- . Vamos a las rocas. Jimin preparó algo para comer y soportaron juntos casi una hora en un autobús con la calefaccióndefectuosa. Alrededor del mediodía llegaron al pueblo. Jimin estaba emocionado. Durante su primer año de Literatura en la Facultad, había leído mucho sobre el poeta que vivió allí en el siglo pasado. Era un hombre misterioso, gran conocedor de la Tradición de la Luna, que participó en sociedades secretas y había dejado en sus libros el mensaje oculto de aquellos que buscan el camino espiritual. Se llamaba W. B. Yeats.  Entraron en el único bar del lugar, tomaron un whisky para soportar mejor el frío y salieron en dirección a las rocas. La pequeña calle asfaltada pronto dio lugar a una subida y, media hora después, llegaron a lo que los habitantes locales llamaban "falesias". Era un promontorio compuesto de formaciones rocosas, que acababan en un abismo frente al mar.


Jimin estaba encantado con el paseo, por más mociones que la vida le estuviese reservando aquel año, siempre difícil aguantar el invierno. Todo lo que hacía era ir al trabajo de día, a la Facultad de noche y al cine los fines de semana. Ejecutaba los rituales siempre a las horas señaladas y danzaba conforme Suran le había enseñado. Pero tenía ganas de estar en el mundo,salir de casa y ver un poco de Naturaleza. El tiempo estaba nublado, las nubes bajas, pero el ejercicio físico y la dosis de whisky conseguían disfrazar el frío. El sendero era demasiado estrecho para que los dos caminasen lado a lado, Taemin iba adelante, y Jimin seguía algunos metros atrás. Era difícil conversar en estas circunstancias. Aun así, de vez en cuando, conseguían intercambiar algunas palabras, lo suficiente para que uno sintiera que el otro estaba cerca, compartiendo la Naturaleza que los rodeaba.


El menor miraba, con fascinación infantil, el paisaje a su rededor. Aquel escenario debía ser el mismo millares de años atrás, en una época en que no existían ciudades, ni puertos, ni poetas, ni personas que buscaban la Tradición de la Luna; en aquel tiempo existían solamente las rocas, el mar estallando allí abajo y las gaviotas paseando por las nubes bajas. De vez en cuando Jimin miraba el precipicio y sentía un leve vértigo. El mar decía cosas que no comprendía, las gaviotas trazaban diseños que no lograba descifrar. A medida que se alejaban del puerto, todo lo demás iba perdiendo importancia: sus sueños, su vida cotidiana, su búsqueda. Quedaba sólo aquello que Suran llamó "la firma de Dios".


Después de casi dos horas de camino, el sendero se ensanchó y decidieron sentarse juntos para descansar. No podían tardar mucho; el frío, en breve, se volvería insoportable y tendrían que moverse. Pero el menor tenía ganas de quedarse por lo menos unos instantes al lado de él, mirando las nubes y escuchando el ruido del mar. Jimin sintió su rostro, pegado al abrigo de su novio, estaba caliente. Era un momento intenso, de existencia plena. Sus cinco sentidos estaban funcionando. En una fracción de segundo, el menor pensó en el Mago y lo olvidó. Todo lo que le interesaba ahora eran los cinco sentidos. Tenían que continuar funcionando. Allí estaba el momento.


-Quiero hablar contigo, Taemin.  Taemin murmuró algo, pero su corazón tuvo miedo. Mientras miraba las nubes y el precipicio, entendió que Jimin, el chico que estaba junto a su lado era lo más importante de su vida, el único motivo de aquellas rocas, de aquel cielo, de aquel invierno. Si el menor no estuviese allí con él, no importaría que todos los ángeles del cielo descendiesen revoloteando para confortarlo, el Paraíso no tendría ningún sentido.


-Quiero decirte que te amo -Jimin  habló con suavidad-. Porque tú me mostraste la alegría del amor. Él comenzó a acariciarle los cabellos. Y el menor tuvo la certeza de que, si corriese riesgos, podría experimentar un amor como jamás había sentido. Jimin lo besó. Sintió el gusto de su boca, el toque de su lengua. Era capaz de percibir cada movimiento y presentía que lo mismopasaba con él, porque la Tradición del Sol se revelaba siempre a todos lo que mirasen al mundo como si lo estuviesen viendo por primera vez.


-Quiero amarte aquí, Taemin. Él, en una fracción de segundo, pensó que estaban en un camino público, que alguien podía pasar, alguien suficientemente loco para andar por allí en pleno invierno. Pero quien fuese capaz de esto, también sería capaz de entender que ciertas fuerzas, una vez puestas en marcha, ya no pueden ser interrumpidas. Jimin estaba completamente entregado, todas las fuerzas del mundo penetraban por sus cinco sentidos y se transformaban en la energía que la invadía. Se tendieron en el suelo, entre las rocas, el precipicio, el mar, entre la vida de las gaviotas allí arriba y la muerte en las piedras allá abajo. Comenzaron a amarse sin miedo.

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Gracias por leer ♥


Mɪ ᴏᴛʀᴀ ᴍɪᴛᴀᴅ ☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora