Gotas de sudor empezaban a descender por su frente y gemidos de desesperación apenas audibles escapaban de sus labios.
Otra vez estaban atacando.
Un susurro horripilante fue el augurio de su llegada.
"Ella ya está aquí." ㅡpensó Taeyong, viendo cada vez más cerca la entidad manifestada en energía femenina.
La sombra negra se acercó hasta posicionarse sobre su pecho, impidiéndole moverse y respirar con normalidad.
Su cuerpo estaba totalmente paralizado, todo lo contrario a su mente la cual siempre parecía estar alerta a todo lo que sucedía.
Con los latidos del corazón y la frecuencia respiratoria reducida, Taeyong empezaba a experimentar pánico y miedo.
Desde la llegada, voces irreconocibles y escalofriantes le continuaban susurrando al oído cosas que apenas lograba entender. Añadiéndole más veracidad al evento.
Su cerebro decidió manifestar visiones desagradables, haciéndolas reales en todos los sentidos.
En un abrir y cerrar de ojos, la habitación comenzó a prenderse en fuego. El ardor de las llamas en su piel y el asfixiante humo lo hacían querer gritar, no obstante, era incapaz.
Bajó su mirada, intentando distraerse para que todo pasara rápido, pero al pie de la cama se encuentra con Jisung, su hermano menor. Éste lo miró horrorizado entre las llamas mientras abrazaba el peluche de delfín que le había regalado en su último cumpleaños.
ㅡ¡Hyung! ㅡfue todo lo que escuchó, pues las llamas empezaron a subir por los pies del menor hasta abarcar todo su cuerpo. La mirada desesperada de su hermano siempre quedaba grabada en su mente, como si fuera la primera vez.
Oh, impotencia.
Quería gritar, llorar, maldecir y todo lo que fuera posible con tal de expresar lo que estaba sintiendo, pero la presencia negativa junto a él no lo dejaba reaccionar.
Una vez el cuerpo de su hermano se convirtió en cenizas, manos carbonizadas con signos de quemaduras florecieron en las orillas de su cama como si de flores se tratase.
"Mira lo que es arte." ㅡpudo entender claramente que le gritó una de las tantas voces.
Taeyong observó con detenimiento las manos, cuatro pares para ser exactos. Pares que conocía demasiado bien.
Las que llevaban el anillo matrimonial de rubí, eran las de su madre; las manos ásperas, varoniles y anchas, eran las de su padre; las pequeñas pertenecían a Jisung, y sin duda, las manos pálidas y delicadas eran propiedad de su pareja.
Todos muertos.
Todos calcinados.
"No es real, esto no es real..." ㅡdijo mentalmente para convencerse.
Sabía perfectamente que el escenario que estaba viviendo era un simple trastorno del sueño, alucinaciones... Aún así era inevitable el miedo, el horror y la inquietud de vivir la experiencia de manera real.
Un grito agudo interrumpió su ancla a la realidad e hizo que su pulso se disparara.
Una señora totalmente quemada se presentó ante él, manteniendo su mirada fija durante cinco segundos. Sonrío, mostrando sus dientes podridos y haciendo un chasquido.
Ya sabía que ocurriría a continuación.
Incluso aunque no fuera real, era la parte que más dolía físicamente.
Taeyong suspiro y la señora alzó su bastón con el propósito de siempre, clavarlo en el pecho de chico...
Esta vez, no sucedió.
Una angelical voz lo liberó.
Segundos después, al salir de la ensoñación, apreció que Dongyoung estaba a su lado agarrando su mano y cantando su canción favorita. Éste lo notó y comenzó a sollozar cuando se percató de que finalmente su novio estaba de vuelta en sí.
Tras escuchar a su pareja llorar, Taeyong hizo lo mismo. Descargando todo lo que había sentido en el sueño y no había podido expresar.
ㅡIdiota, me has asustado de nuevo. ㅡregañó Dongyoung mientras apartaba el flequillo del contrario de la frente sudada.
Taeyong sonrío. La presencia cálida y protectora del chico a su lado, hacía que el miedo e inseguridad desapareciera.
ㅡPerdón. ㅡmusitó y se acomodó en la cama para atraer hacia su cuerpo a su novio.
El chico de cabello morado correspondió y acurrucó entre sus brazos al más pálido. Pasó sus manos por el cabello ajeno y empezó a tararear una canción para que Taeyong olvidara todo y pudiera reconciliar el sueño. Minutos después, el mayor cayó rendido profundamente.
Entre sueños sonrío, porque Dongyoung tenía ese poder en él.
La paz y serenidad.
Todo lo positivo.