21 de Diciembre, 2001

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El hecho de que fuese el último día de clases antes de las vacaciones de navidad era lo único que hacía que Sophie quisiese seguir prestando atención a lo que su tedioso profesor de Física le estaba intentando explicar. Ella nunca fue una chica muy dada para las tareas mentales que conllevarán algún tipo de ecuación matemática, siempre fue más bien muy práctica para todo lo físico, lo que tuviese algún tipo de esfuerzo corporal, y lo que tuviese algún acertijo mental de por medio, en eso si era excelente.

No por nada era la cocapitana del equipo de voleibol de su escuela.

— ¡Al fin viernes! —dijo su profesor entusiasmado antes de golpear sus puños sobre la madera del escritorio —Gracias a Dios, esta semana ha avanzado con una velocidad encantadora, si tan solo el señor Corbin se apresurara a terminar su trabajo y menos a intentar pretender a la señorita Mason...

Todos en el salón de clases miraron a Oliver Corbin, uno de los estudiantes más encantadores que el salón de primer año podía tener.

Que insoportable... pensó Sophie en cuanto lo vio y este le lanzó un guiño desde su asiento un poco más atrás que ella. Era bastante agotador tener que lidiar con alguien como él, ya era suficiente tener que verlo en los entrenamientos casi a diario. Cuando su equipo tenía prácticas, los de béisbol estaban casi al lado y Oliver era uno de los miembros más novatos, pero igual con un futuro prometedor.

Ella no quería ser grosera con él, aunque el chico era un tanto insufrible, nunca la había tratado realmente mal, al contrario, era tan detallista que resultaba ser un tanto abrumador.

Durante el resto de la clase, y mientras se encontraban terminando una última práctica que tenía que ver con muchas cosas que a Sophie realmente no le interesaban mucho, su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo, de manera repetida.

Muy disimuladamente comenzó a sacarlo, cuidando que su profesor no la viera en ningún momento y llegase a quitarle el aparato, o como él solía llamarlos, las pequeñas máquinas del demonio. Su tolerancia era básicamente nula con respecto a los teléfonos celulares.

A cómo pudo, miró la pantalla, llevándose la grata sorpresa de que solo se trataba de Theo.

«¿Aún no han terminado tus clases?»

Lo había enviado su mejor amigo. Ella sabía que Theo estaría afuera mucho antes que ella, tal vez habría disfrutado de una hermosa fiesta por la salida a vacaciones e incluso habrían puesto algunos juegos mecánicos en el patio o algo parecido.... vaya que la hacía recordar esos tiempos en donde lo único realmente importante era que la pasaras bien y no tanto las clases de Física.

«Aún no, estoy estancada en Física. Aún me quedan unos cuarenta minutos más de tortura. ¿Dónde estás?»

Probablemente, Theo estaría en casa viendo alguna película o comiendo helado en la sala de cine, lo que sea era mejor que estar ahí resolviendo problemas que ni siquiera entendía.

«Al frente de la entrada principal, te veo en cuarenta minutos»

Sophie se comenzó a reír de una manera muy sutil mientras guardaba el teléfono de nuevo en su lugar y se disponía a terminar de una vez por todas su trabajo.

Al terminar la clase, Sophie recogió todas sus cosas de manera veloz, quería salir de ahí cuanto antes y poder decir que finalmente estaba en vacaciones. Ya deseaba estar en su hamaca favorita en la villa de Monte Carlo.

—Sophie, ¿quieres venir conmigo? —soltó de la nada Oliver en cuanto ella estaba frente a la puerta del salón. Sophie no entendió lo que dijo y su mirada hizo reír a chico que la veía de manera pretenciosa — ¿A dónde vas con tanta prisa?

Sophie, Schlesinger ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora