-Peggie, tu...
-¿yo qué? ¿Qué narices pasa?¿Bárbara?
-¿Qué mierdas te han hecho en la espalda Peggie?- Dijo James enfadado.
Oh no, se me habían olvidado las cicatrices, me bajé rápidamente la camiseta y salí corriendo hacia la furgoneta, ayudé a Jake a bajar de esta y a colocarle al lado de su hermano.
-¿Qué pasa?- habló Jake mirando a su madre.
-Nada- respondí saliendo de allí lo más rápido que pude.
Me subí, eché una mirada al retrovisor para ver a mi hermano, cuántas veces me habria gustado contarle toda la verdad, pero era incapaz de hacerlo.
En un semáforo en rojo saqué el móvil para mandarle un mensaje a Jake, ya que él no sabía nada, por ahora.
#Para Jake el glotón.
**Mañana os devuelvo el furgón, Darren aun no ha despertado y no le podía llevar así en la moto**
#De Jake.
**Okii, nos vemos mañana preciosa^ͺ^**
Aparqué el furgón delante de casa, bajé sin hacer micho ruido para no despertar a Darren y le cargué en mi espalda.
Anda que no pesa el bicho, ¡la leche! Si es que solo he dado cinco pasos y de su peso no siento la espalda, o puede qie no sea eso, que más da.
Le eché en la cama y fui a coger el botiquín. Le limpié la pequeña herida de la cabeza y empezó a despertarse.
-¿Peggie?¡Peggie!- me abrazó haciendo que a mis labios se les escapara un gemido por sus manos adheridas a mi espalda.
-Acuéstate mañana hablamos ¿vale?-asintió como un niño, nos separamos y salí de allí.
Cerré la puerta de mi baño con cerrojo, caminé hasta verme en el espejo. Tenía el labio partido y ni si quiera me habia dado cuenta, y un moratón muy grande en la mejilla. Me curé el labio con mucho cuidado mientras ponia muecas, gracias a mi amigo el dolor, y me lavé la cara suavemente.
Me quité la camiseta y di la vuelta, no queria abrir los ojos pero tenia que lavarme de alguna forma, cuando los abrí y vi mi horrorosa espalda comencé a llorar. Nunca tenía a nadie que me ayudase a curar las heridas cada vez que se me habrian o salían màs.
Con el agua del grifo callendo no se escuchaban mos gemidos de dolor, cada vez que el agua rozaba una herida, salí de la ducha y eché agua oxígenada en una toalla de algodón que reservaba para estas ocasiones, la coloqué de forma que me tapaba el torso y la espalda, los gemidos no cesaron en ningun momento.
Al quitarmela me sentí muy aliviada, enrrolle una venda en mi torso y espalda que tenía la primera capa de la espalda solamente, embadurnada de vetadine. Me puse el pijama, pero no soy de esas que llegan a la cama y se duermen, por desgracia, cuanto me gustaría.
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La Bestia ¿seguro?
Novela JuvenilMi madre murió cuando yo tenía solo seis años y mi padre despareció ocho años después de la muerte de esta, cuando yo tenía los catorce. Eso dijo el forense y eso pone en los expedientes. Llevo cuidando a mi hermano tres años, es raro cuidar a tu...