Y nada me cansa

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"Pensaba que sería difícil acostumbrarme a su relación, pero ustedes son tan locos como antes. ¿Dónde está la romántica?" bromea Isaza, cogiendo sus libros del casillero.

"No lo digas en voz alta, perro. Nadie lo sabe," le advierte Simón y vuelve a colocar su paleta en su boca. Cierra su casillero al lado de él de Isa y se apoya en él, dirigiendo su mirada en mi dirección. Claro que la noto, porque estoy observándole también. Nuestras miradas se cruzan y causan que sonriamos, mientras Isaza sigue con quejarse.

"Lo sé, Monchito, pero estoy decepcionado. Esperaba un poco de romántica. Sólo un poquito para burlarme de ustedes, pero no, por supuesto no me dan esa oportunidad," se lamenta sonriendo.

"Todavía somos mejores amigos. No sólo nos ocupamos con besarnos," respondo riendo y echo un vistazo al pasillo casi vacío de otros estudiantes. El timbre señala la próxima clase e Isa se pone en marcha. Se da cuenta de que Simón y yo no le seguimos y da media vuelta para ver qué hacemos.

"¿No van a la clase?" nos pregunta. Me apoyo en el casillero de mi novio con una mano y me fijo en sus ojos perfectos.

"Pues, a veces nos ocupamos con besarnos," le contesto sonriendo y oigo la risita de Simón, quien todavía está chupando su paleta.

"¿En serio? ¿Cuándo yo me voy, empieza la romántica?" Isaza ríe y se encoge de hombros. "Entonces, disfrútenlo, chicos..." dice con un guiño del ojo y nos abandona.

"Esto es mucho mejor que ir a la clase," susurro y coloco mi mano en la cintura de Simón, dándole una sonrisa seductora. Sin decir nada, él asiente con la cabeza con la paleta colocada en su boca, mirándome a los ojos. Me acerco a sus labios y estrecho mi mano hacia el mango de la paleta para quitarla de su boca. "No la necesitas, Monchi," señalo, llevando la paleta en frente de su cara con una expresión divertida.

"Tienes razón," responde poniendo sus manos en mi nuca, lentamente acariciando el vello ahí. Yo me acerco a él, mirando sus labios rosados. Justamente cuando quiero cerrar los ojos y perderme en un beso profundo, Simón sonríe y vuelve a meterse la paleta en su boca que todavía tengo en mi mano. Monchi la chupa, riendo. "Quizá la paleta sabe mejor que tu boca, Villito."

"Ni siquiera tú lo crees," replico sonriendo.

"Jaja, es verdad. Sobre todo me gustan tus labios..." respira a mi oído. No me puedo contener.

Aprieto mis labios en los suyos, sin que me importe la paleta en su boca. Uso mi lengua para quitársela y la cojo con mi mano, dejándola caer al suelo. Sigo besando a mi novio, olvidando todo de mi alrededor; sólo siento sus labios, su lengua... que sabe de cereza, igual como la golosina que acaba de comer. Yo no dejo entrar las impresiones del mundo rodeándonos, sólo vivo en este beso con Simón, en este momento de sensaciones increíbles al tocar sus labios. Mezclo mis dedos con su pelo suave y me rindo al deseo de mi cuerpo, intensificando el beso aún más. De repente, mi novio se aleja de mí, dejando mis labios solos, y detiene el tacto de sus manos en mi nuca. Abro mis ojos con una expresión confundida.

"No, no, no..." dice. "No intensifiques el beso, porque entonces no puedo controlarme, y todavía quiero ir a clase." Simón alisa su suéter, que yo he desarreglado en el beso. "¿Dónde has puesto mi paleta?"

"¿De verdad, weon?" le pregunto decepcionado. "¿Quieres ir a clase?" Una sonrisa aparece en mi boca inconscientemente, porque no puedo evitar darme cuenta de que él es Simón, el alumno con las mejores notas de nuestra clase.

"Sí. Me gusta la historia," contesta, sonriendo también. "Entonces, ¿dónde está mi paleta?" añade.

"Pues..." miro al piso, donde se ha caído la golosina durante el beso. "Ahí." La risa encantadora de Simón suena en el vacío del pasillo, contagiándome por su pureza. Pocas cosas en el mundo son mejor que reír juntos, y todas esas cosas también involucran a Simón. Después de que nos hemos calmado, coge la paleta del suelo y me mira divertido.

"Mírame y aprende," dice y tira el dulce en el tarro de la basura, que está situada cinco metros de distancia de nosotros. "Así eliminamos la basura, Villito."

"Qué golazo," bromeo y aplaudo.

"Sí," responde, estirando sus brazos en una manera exagerada. "Soy Simón Varginho, el mejor futbolista del mundo." Su expresión se queda completamente seria, que me hace reír aún más por su chiste. "Tengo músculos en partes donde otras personas no tienen partes." Sigue haciéndome reír con sus poses de fisiculturista. "Y todas las niñas me aman."

"No olvides los niños," le recuerdo, rodeándole con un brazo. "Los niños también te aman." Dejo un suave beso en su mejilla y otros en su cuello, que provoca que mi novio eche una risita.

"Vámonos a la clase, amor," señala y coge sus libros. Hago lo mismo y siento como su mano delicada toma la mía para guiarme hasta la clase. Antes de que entremos la deja y toca la puerta silenciosamente. "Lo siento, Señor Sánchez, olvidábamos el tiempo porque estábamos ocupados con..." En el fondo de la clase Isaza comienza a reír. "... un partido de fútbol," se perdona Simón, echando una mirada a Isa diciendo algo similar como 'cállate ahora mismo, perro'.

"Chicos, quédense después de la clase para hablar sobre eso," nos exhorta el profesor. "Siéntense, por favor." Nos sentamos en nuestras sillas, la mía más al fondo de la clase que la de Simón, así que puedo observarle. El profesor sigue con su enseñanza y mi novio me echa un vistazo sobre su hombro, dándome una sonrisa elocuente. No puedo evitar un suspiro enamorado y me cuesta una fuerza inmensa enfocarme en el profesor. Todas las cosas que dice me parecen aburridas y pesadas en comparación con lo que podría hacer ahorita con Simón en el pasillo vacío. Esos besos, sensaciones y contactos entre nuestros cuerpos son lo único que quiero en este momento. Siempre me hacen sentir como si estuviera flotando. Fuerte y en necesidad de su protección al mismo tiempo. Satisfecho y simultáneamente lleno de hambre; nunca podría darle demasiados besos, demasiado amor.

Él me da todas esas sensaciones.

Y nada me cansa.

Si Tú Te VasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora