Cuando él está a mi lado se equilibra la balanza

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Hasta el tiempo sabe cómo yo me siento adentro. Aunque sea otoño, hace sol y las temperaturas son agradables si se lleva una camiseta y un suéter. Simón siempre lleva sus suéteres de lana; y hoy lleva el suéter. Por eso no puedo evitar mirarlo cuando camina a mi lado, su mano en la mía. Estamos de vuelta a casa de un café donde hemos comido hace un rato juntos. Amo comer.

Miro a mi alrededor y siento una alegría caliente en mi cuerpo al ver la cara sonriente de Simón. Noto un muro bajito a mi lado que perfila un pasto chiquito.

"Espera, Monchito. Quiero intentar algo..." digo y coloco un pie sobre el muro, tambaleándome de un lado a otro en busca del equilibrio. Monchi todavía mantiene mi mano en la suya y yo puedo apoyarme en su mano para no caerme. "Gracias, Simón," respiro y le sonrío.

"Venga, Villito, ¿consigues caminar hasta el final del muro?"

"Lo intentaré..." murmuro y logro hacer paso tras paso encima del muro fino.

"No, no, Villamil, sin mi ayuda," responde y retira su mano. De repente caminar ya no es tan fácil y tengo que saltar a la tierra otra vez, sin haber sido capaz de mantener la balanza. Simón ríe y pasa su mano sobre mi hombro, jalándome más cerca a él.

"Parece que necesitas mi ayuda, ladroncito..." susurra en mi oreja y deja un beso suave en mi mejilla antes de volver a tomar mi mano.

Sonrío cuando lo hace e intento caminar sobre el muro otra vez con la ayuda de mi novio. Simón mueve su mano suavemente, acariciando mi palma. Siento puro amor al tacto suyo y disfruto este momento increíblemente hermoso. Para unos segundos cierro mis ojos y exhalo profundamente.

De repente, olvido enfocarme en dónde poner mi pie para el siguiente paso y los ojos se me desorbitan cuando piso aire. En un santiamén me caigo al suelo y, sin quererlo, jalo a Simón conmigo. Con un grito de sorpresa, se cae encima de mí y después de unos segundos se irgue con sus rodillas al lado de mi cintura. Sus ojos me miran divertidos.

"¿Te acuerdas de la primera vez que nos caímos así?" pregunta. Los recuerdos malos de nuestro primer beso vuelven a mi cabeza. ¿Por qué fui tan imbécil?

"No quiero acordarme de eso," murmuro, intentando quitar esos recuerdos de mi mente.

"¿Tenías miedo?" vuelve a preguntar con voz suave.

"Todo el puto miedo del mundo," respondo y le jalo más hacia mí. "Pero ahora no tengo ninguno." Ya que lo que quiero hacer no debe ver otra gente y estamos en un lugar público, agarro el cuerpo de Simón con ambos manos y lo empujo hacia la derecha, para así escondernos detrás de un árbol. Resulta que no he calculado este acto mío tan bien, porque acabamos rodando cuesta abajo en el césped, pegados al otro, y no paramos a causa de la colina pequeña en la que nos hemos caído.

"¡Woah! ¡¿Qué haces?!" grita Simón, aferrándose a mí, mientras seguimos rodando en la hierba.

"¡Quise...!" Unos tallos de hierba me impiden hablar. Los escupo de mi boca y sigo con mi explicación. "¡Quise un poco de privacidad!" grito cuando finalmente chocamos contra el tronco de un arbusto grande y estamos tumbados dentro de una multitud de ramas.

"¿Qué?" sonríe Simón, arrancando tallos y ramas de su cabello suave cuando se irgue y se sienta en frente de mí. "¿Privacidad? ¿Por qué?"

"Por esto," digo y le beso, inclinándome . Cada beso que compartimos provoca sensaciones espectaculares dentro de mí, que me hacen perder el control sobre mi cuerpo y darlo todo en el beso. Paso mis manos sobre su espalda hasta llegar a su nuca y su cabello para acariciarlo con ternura. Él sujeta mi cabeza con ambos manos y siento que esos besos nunca le cansarán, tampoco a mí. Sin aliento nos separamos y Simón me muestra esa sonrisa por cual yo haría todo.

"Otra vez," susurra sonriendo y cierra sus ojos. Sin más palabras se acerca a mí para volver a unir nuestros labios, como lo quería. Respondo el beso con mucho gusto y lentamente me aproximo más a él. "¡Ay!" grita Monchi de repente y se aleja de mí.

"¿Estás bien?" le pregunto preocupado.

"Sí, sí, estoy bien, perdón por gritar," me contesta sonriendo, examinando su espinilla. "Es que tú te has sentado sobre mis piernas y las has apretado al suelo, pero está bien. No te preocupes."

No me he dado cuenta de que casi me ha sentado sobre sus piernas cruzadas cuando me he acercado a él porque he estado demasiado hipnotizado de su proximidad. "Lo siento mucho," susurro y me acero a él lentamente. "Te ayudaré." Coloco mi mano en su muslo y empiezo a acariciarlo.

"Villa..." dice Simón. "Está bien, ya no me duele."

"No, Monchi, quiero ayudarte." Mientras una mano está en su muslo, le empujo despacito al suelo con la otra. "Tranquilízate, Monchito." Le doy un besito en el cuello. "Sólo..." Mis manos pasan sobre sus muslos suavemente. "...quiero..." Dejo mis labios un milímetro sobre los suyos. "¡Ayudarte!" grito súbitamente y le doy un ligero cabezazo.

"¿Quieres pelear? ¡Entonces peleemos!" grita Simón riendo y toma mis tobillos para que pierda la balanza en mis rodillas. Me caigo, aterrizando com mi cara en el piso y siento como mi novio sujeta mis muñecas en mi espalda y se arrodilla encima de mí. Se acerca a mi oreja y susurra, "Te tengo donde te quiero." Lentamente besa mi cuello una y otra vez, pero se detiene de repente. "Tienes una hoja acá en tu cabello." Suavemente me la quita y acaricia mi cabeza, mis mechones emergiendo entre sus dedos. Aunque estoy tumbado en el suelo con la cara en la tierra, su tacto me hace sentir bien. "¿Simón?"

"¿Sí?"

"¿Puedes soltarme, porfa? Esta posición me parece un poco incómoda."

Monchi ríe y atenúa su agarre de mis muñecas, pero no se baja de mi espalda. "Intenta liberarte tú mismo."

"Como quieras," contesto determinado. Arranco mis manos de las suyas y logro colocarlas en las nalgas de Simón, cogiéndolas firmemente.

Sorprendido, Monchi me suelta. "¿¡Qué haces, perro!?" grita riéndose.

En este momento aprovecho de la oportunidad que se me ofrece y me vuelvo para mirarle. No pienso más y le empujo al suelo con toda la fuerza de mi cuerpo y me posiciono justo encima de él, mi nariz tocando la suya suavemente.

"Ahora te tengo donde yo te quiero," susurro, fijándome en sus ojos maravillosos de un marrón profundo.

"¿Y si yo no lo quiero?" me pregunta maliciosamente. Me empuja a la derecha y se pone de pie, subiendo la colina corriendo.

"¡No!" me escapa un grito divertido y comienzo a seguirlo. Riendo como loco, estamos corriendo y gritando como niños en el campo de juego de una escuela.

"¡Nunca me consigues!" grita Simón. Tengo que admitir que él es muy rápido, ya que también pertenece al equipo de atletismo del colegio.

"¡Sólo tú lo crees!" río, respirando entrecortadamente.

"¿Qué están haciendo, chicos? Creo que están demasiado mayores como para hacer esto." Esa pregunta viene de una mujer que está paseando su perrito. Creo que la he visto una vez.

"Ehm, sí usted tiene razón, Señora Fernández. Vamos a parar con esto." Simón hace un esfuerzo para sonar serio, pero todavía se puede oír la risa en sus palabras.

Simón se encuentra cerca del muro pequeño otra vez y da media vuelta para mirarme. La mujer se va encogiéndose de hombros y mi novio tiene una expresión divertida en su cara. "Espero que mi vecina no se lo diga a mis padres."

"No lo creo. Todo está bien." Me acerco a él. "¿Me ayudas otra vez?" le pregunto cuando pongo mi pie en el muro.

"Claro que sí, Villaco." Simón toma mi mano y camina lentamente a mi lado. Nunca podría mantener el equilibrio sin su apoyo. Lo necesito. Sólo a él, a nadie más.

Cuando él está a mi lado se equilibra la balanza.

Si Tú Te VasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora