Capítulo 28

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Soy el último en salir de la oficina. Conecto la alarma, cierro la puerta detrás de mi y pego un salto cuando oigo el rugido de un motor potente conocido. Me vuelvo y veo a Jungkook parando la moto en la acera. Suspiro y dejo caer los hombros. Ya ni siquiera se si sigo enojado. El agotamiento mental se ha apoderado de mi. Lo que si sé es que doy gracias de que Kwan se haya marchado ya.

Se quita el casco, baja de la moto y se acerca como si hubiera tenido un día más normal del mundo. Lo miro y me siento derrotado.

-¿Un buen día en la oficina? -pregunta.

Me quedo boquiabierto. Tiene la cara muy dura.

-La verdad es que no. -contesto con el ceño fruncido y la voz rebosante de sarcasmo.

Me observa durante un rato mordiendose el labio inferior y los  engranajes de su mente se ponen en marcha. Espero que esté pensando en lo poco razonable que ha sido.

-¿Puedo hacer algo para que mejore? -pregunta mientras me acaricia  el brazo con la palma de la mano hasta llegar a la mano y cogérmela.

-No lo sé. ¿Podrías?

-Seguro que sí.  -sonríe y agacho la cabeza   -Siempre lo hago, recuérdalo. -dice con toda la confianza del mundo.

Siento un latigazo en el cuello cuando levanto la cabeza para mirarlo.

-¡Pero has sido tú el que me lo ha fastidiado!

Hace un mohín y deja caer la cabeza hacia abajo. Creo que se avergüenza.

-No puedo evitarlo.  -se encoge de hombros con un gesto de culpabilidad.

-¡Claro que puedes!  -exclamo.

-No. Contigo, no puedo evitarlo.  -afirma con un tono que me indica que lo ha asumido. No obstante, yo no lo entenderé nunca.  -Ven.  -dice.

Me guía hacia la moto y me entrega una gran bolsa de papel.

-¿Qué es?  -pregunto y miro el contenido.

-Te harán falta.

Mete la mano en la bolsa y saca ropa de cuero negro.

¡Uf, no!

-Jungkook, no voy a subirme a ese trasto.

Me ignora, desdobla los pantalones y se arrodilla delante de mi mientras los sujeta para que me los ponga. Me da un toquecito en el tobillo.

-Adentro.

-¡NO!

Puede darme una cogida para obligarme a entrar en razón o iniciar la cuenta atrás o lo que se le dé la gana. No voy a hacerlo de ninguna manera. Cuando hiele en el infierno ¿Me ha fastidiado el día y ahora quiere matarme en esa trampa mortal.?

Suelta un bufido de cansancio y se levanta.

-Escúchame , jovencito.  -me coge de la mejilla con la palma de la mano. -¿De verdad crees que voy a permitir que te pase algo?

Lo miro a los ojos, que claramente intentan inspirarme confianza. No, no creo que vaya a permitir que me pase nada pero, ¿Qué hay de los demás conductores? A un servidor le importa un pimiento, ahí montado de paquete en la trampa mortal. Me caeré lo sé.

-Me dan miedo.  -confieso. Soy un miedoso.

Se inclina hasta que nuestras narices rozan. Su aliento mentolado me tranquiliza.

-¿Confías en mi?

-Si.  -respondo de inmediato. Le confiaría mi vida. Es mi cordura la que no le confiaría. 

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