Capítulo uno

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– ¿Cómo está ella?

Me detuve en mi tarea de meter trozos de madera en la estufa y me volví hacia Lucian. Le había ayudado a levantarse de la cama, a pesar de que aún no era tiempo de hacerlo, rindiéndome a sus protestas constantes sobre lo inútil que se sentía allí. Entonces lo había traído hacia la cocina y lo acomodé con cuidado sobre un pequeño sillón que había visto días mejores y teníamos puesto en la esquina.

Él me miró, su ceja negra arqueada, me encogí de hombros procurando poner una mueca de molestia y eso causó que se riera. – ¿Qué pasa? ¿En serio habla mucho como dijiste?

Bufé. Hablar mucho era decirlo de una forma bonita, la mujer simplemente no puede mantener su boca cerrada. Había escuchado una vez que las mujeres necesitaban decir sus 2 mil palabras al día o no se sentían realizadas. Yvonne debería tener un límite de 40000.

Mi hermano se rió y no pude evitar que una sonrisa propia se formara en mis labios. Me gustaba verlo así, feliz, bromeando conmigo en lugar de estar haciendo las cosas horribles a las que se había dedicado los últimos años.

Él sostuvo su abdomen cuando la risa cesó y luego me miró, sus ojos brillantes y una sonrisa de felicidad que formaba los dos pequeños hoyuelos en sus mejillas.-Siempre podemos matarla, ¿sabes?

Y eso me borró la sonrisa de golpe. Había que era una broma, pero también lo decía de forma seria. A veces era difícil poder distinguir los juegos de Lucian sin tomárselos en serio a la vez. Él sacudió su cabeza, los mechones de cabello negro chocando contra sus mejillas morenas.

– ¿Cuándo podré verla?

Ése era otro tema que había estado evitando. Dejar a mi hermano a solas con Yvonne no podría resultar bien y yo no podía mantenerme siempre dentro de la cabaña a cuidar que no la lastime, porque tenía que ir a cazar la cena y constantemente conseguir más madera para calentarnos.

Me volví hacia él y esperé a que sus ojos cayeran sobre mis manos. “Aún no está lo suficientemente atemorizada, estoy ocupándome de ello. Además recuerda que la necesitamos viva, si la matamos no podrás tener tu venganza.”

Él asintió hacia mí y sus ojos volvieron a hacer contacto, una sonrisa lenta extendiéndose por sus labios. – ¿Qué estás haciendo para atemorizarla?

Le di la espalda para que no mirara mi rostro de culpabilidad y seguí metiendo maderas en la estufa. La verdad es que lo único que había hecho era gruñirle lo más feroz que podía y quejarme cada vez que hablaba. Sin embargo, durante estos últimos tres días que llevábamos estancados aquí, la había protegido por las noches, cuidando de que estuviera lo suficientemente caliente y cómoda.

Mi hermano chasqueó sus dedos y miré sobre mi hombro a su ceño fruncido y desconfiado. Me encogí de hombros y saqué la pequeña olla de metal de la estufa, abriéndola y revolviendo la sopa con una pequeña cuchara de madera.

Lucian no quitó sus ojos de encima de mí. Podía sentir su mirada caliente clavada en mi nuca y me acerqué a un pequeño plato, sirviendo una pequeña porción de la sopa para él junto a un trago de Whisky para que le ayudara a mantener el calor.

Él tomó el alimento que le daba sin pronunciar una palabra, sus ojos aún entrecerrados. Con cuidado, alisté otro plato y otro vaso y cuando me dirigí a mi habitación, su mano se disparó a tomar mi muñeca. – ¿Vas a alimentarla?

Sacudí mi cabeza y él me miró unos segundos más antes de asentir. –Bien, no la alimentes. Eso ayudará a que se ablande más rápido y no oponga resistencia.

Asentí con mi cabeza y sin embargo, apenas bloqueé mi puerta, me dirigí hacia ella.

Le había ayudado a sentarse sobre la cama, amarrando sus manos tras su espalda a uno de los barrotes y sus piernas extendidas estaban esposadas también. Tuve que colocar una tela sobre su boca porque la mujer hablaba demasiado y de esa forma apenas salían pequeños susurros.

The secret of my Soul - Holding you tight 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora