Capítulo trece

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Yvonne

 Damián cumplió. Él me buscó al día siguiente, exactamente a la misma hora, lanzando piedritas en mi ventana. Mi habitación estaba alejada del suelo por unos cinco metros y pude verlo desde allí, mirándome con sus ojos azules brillantes. –Salta. Te atraparé.

 Puse mis ojos en blanco y negué con mi cabeza. No había forma en la que yo fuera a saltar desde allí. Mi ropa consistía en unos jeans oscuros y una camiseta de tirantes color crema. Lo suficientemente útil como para permitirme subir a la baranda de mi balcón y saltar hacia él.

 Pero a pesar de que sabía que Damián era fuerte, no quería arriesgar mi culo a matar a ambos. Damián bufó y cruzó los enormes brazos por su pecho, entrecerrando su voz en mi dirección. Volvió a susurrarme un poco alto. – ¿No quieres ver a Arman? ¿Es eso?

 Mordí mi labio y señalé enfáticamente la distancia que había desde el balcón al suelo. –Quiero verlo, pero no quiero estar muerta para eso.

 Damián rodó sus ojos y alzó sus manos, como si estuviera pidiéndole al cielo. Cuando volvió a mirarme, estaba exasperado. –No me ganas subir allí y tirarte.

 Mordí mi labio con indecisión. Las amenazas de Damián nunca eran un juego, él siempre cumplía. Además, si me negaba a bajar, él probablemente se cansaría y se iría, llevándose mi oportunidad de ver a Arman con él.

 Rápidamente subí mi pie en la baranda y me sostuve con un agarre mortal de los barrotes mientras que balanceaba mi otra pierna por encima, quedándome sentada  allí, con mis pies apoyados apenas en una esquina del piso. Damián abrió sus brazos y me sonrió tranquilizadoramente. Tuve que obligarme a mí misma a soltar mis manos del agarre y luego cerrar mis ojos.

 Tomé una respiración profunda y me dejé caer. Fueron los cinco segundos más aterradores de mi vida, en donde vi cada posible escenario de lo que sucedería si Damián no lograba atajarme. Sin embargo, él pudo. Sus fuertes brazos tomaron mi cintura firmemente y me sostuvieron en el aire. Él me bajó hasta que mis pies tocaron tierra y luego abrí mis ojos, tomando una brusca inhalación.

 Damián se rió entre dientes de mi pánico y luego se giró, dándome una mirada sobre su hombro.

 –Sígueme. Los guardas delante de tu habitación no se darán cuenta de que huiste al menos de que alguien entre. Sin embargo no podemos quedarnos aquí mucho tiempo, debemos apurarnos.

 Asentí, tratando de mantener el ritmo de sus zancadas. Damián rodeó mi casa y me llevó directo a la bendita cueva que Kendrick seguía usando como cuartel secreto. Cuando volviera a verlo, iba a ocuparme de decirle un par de palabras, quizás hasta le dé un coscorrón.

 Kendrick había intentado endulzarme durante las últimas horas. Había mandado a hacer todos mis platillos favoritos y los había puesto junto a mí en la cama cada vez que me llevaba el almuerzo él mismo, enviándome miradas esperanzadas. Una parte de mí encontraba eso gracioso y un poco tierno, la otra seguía recordando que él fue quién le disparó al ruso, incluso aunque lo hizo por mi propia seguridad.

 Damián me arrastró, tomándome del codo y mirando hacia todos lados para asegurarse de que no habíamos sigo seguidos. Entonces me empujó suavemente hacia dentro de la cueva y me guiñó uno de sus ojos azules. –Te daré media hora. Quisiera darte más pero debes volver a tu habitación antes de que Kendrick te lleve la cena y se dé cuenta de que no estás allí.

 Asentí y me paré de puntillas, apoyándome en uno de sus hombros para mantener el equilibrio mientras besaba su mejilla. –Gracias por esto Damián.

 Él me dio su mejor sonrisa con sus azules ojos brillando, llenos de travesura. Lo dejé allí, haciendo guardia en la entrada mientras que yo caminaba dentro de la cueva. Mi hermano había convertido el lugar en alguna clase de oficina, con un sillón en el centro de la enorme habitación de piedra y con lámparas brillando desde las paredes, provocando sombras con la débil luz que transmitían.

The secret of my Soul - Holding you tight 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora