Capítulo diecisiete

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 Nunca me había sentido más como un animal de circo que en estos momentos.

 Estaba sentado en una de las cómodas sillas de una habitación privada en la mansión McCallum. Los Vasíliev junto a los escoceses me rodeaban; igualmente sentados en sillas a juego con la mía. Sus rostros serios me miraban con una mezcla entre curiosidad, atracción y sospecha.

 Como si estuvieran viendo por primera vez a un animal peligroso frente a ellos; y eso los confundiera.

 Mantuve mi rostro neutral, sin darles a entender la clase de nerviosismo que me rodeaba. Después de que había visto al helicóptero de los escoceses aterrizando en el gigantesco jardín y el par de enormes botas militares habían tocado el suelo; mi corazón no había detenido sus erráticas palpitaciones. Alexander se había bajado del helicóptero con un salto lleno de gracia, provocando memorias dulces de momentos en los que pude admirarlo en toda su gloria mientras dirigía el ejército. El hombre siempre había tenido las habilidades para hacer todo con precisión y eficacia, incluso ahora con sus sesenta años.

 No había un hombre que admirara más… exceptuando a su hijo, Nikolai.

 En el momento en el que él caminó dentro de la habitación en la que se iba a celebrar la reunión, sus fríos ojos azules conectaron con los míos por no más de unos segundos, pero eso fue suficiente para que me fuera consciente de la forma en la que brillaban decepcionados.

 Me molesta haber tenido que traicionarlo. Más que un padre para nosotros (Y cuento a Lucian, porque aunque él no desee admitirlo, Alexander fue más padre para nosotros que lo que fue el biológico), había sido un ejemplo a seguir. Y saber lo mucho que lo decepcioné se sentía incluso peor que una puñalada directa al pecho.

 Así que fui un cobarde, y después de esos segundos en los que él me habló con sus ojos, evité volver a mirarlo. Ya tenía suficiente presión con que Damián haya decidido sentarse a mi lado y era plenamente consciente de que él estaba curioso y me miraba por la esquina de su ojo.

Me aferré a Yvonne, que incluso aunque su hermano gruñó y maldijo en gaélico, ella se mantuvo rebelde con su decisión de convertir mi muslo izquierdo en su nuevo asiento. Mi mano se curvaba en su cintura mientras trataba de mantener una postura relajada en la silla, concentrándome en sentir cómo la espalda de la rubia se acoplaba perfectamente a mi pecho.

Pero no podía engañarla. Ella debe estar sintiendo la tensión que mi cuervo irradiaba, porque de vez en cuando sentía a una de sus pequeñas manos frotando mi rodilla. Me incliné un par de veces mientras que Alexander saludaba, aprovechando la ocasión para besar el hombro de la escocesa, ignorando los rayos radiactivos que se clavaban en el costado de mi cuello por parte de un par de ojos bicolores.

Cuando todos tomaron sus puestos y guardaron silencio; supe que el momento de tranquilidad había terminado.

Tomé una inhalación profunda y levanté mis manos, escuchando la voz de Yvonne, quién iba a jugar el papel de intérprete en la conversación. Mis palabras pronto se convirtieron en las suyas.

–Son muchas las cosas que han sucedido y es difícil para mí encontrar la forma de comenzar, pero haré mi mejor esfuerzo. Primero que nada deseo aclarar que nunca, jamás, he tenido el pensamiento ni la intención de lastimar a ninguno de ustedes… no directamente, al menos.

Escuché su voz suave diciendo cada una de las oraciones que yo era incapaz de decir. Sus ojos verdes no se despegaron de mis manos mientras las leía para los demás. –Necesitan entender que amo a mi hermano. Y que lamentablemente esa es la única excusa a la vez que puedo dar para explicar todo lo que hice. Lucian, o Lyvet como sé que lo conocen, no siempre fue la persona que ustedes conocen, y es normal que no puedan confiar en él después de todo lo que les ha hecho. Nuestro padre…

The secret of my Soul - Holding you tight 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora