Capítulo veinte

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 Sólo había una palabra que pudiera describir cómo me sentía exactamente en estos momentos.

 Como una mierda.

 Lo único que me mantenía en pie era saber que tenía a mi futura mujer (debía admitir que me encantaba el nuevo término que podía emplear con ella) en casa, esperando mi regreso. Aún así el sentimiento de pesadez y desilusión por enfrentar a mi hermano no terminaba por alejarse de mi cuerpo.

 Damián iba junto a mí y el enorme Husky Siberiano estaba hecho un ovillo a sus pies. Los ojos azules del hombre apenas eran visibles a través de los gruesos lentes que servían como protección de la claridad de la nieve y los fragmentos de hielo que se rompían por las cuchillas afiladas del trineo al pasar.

 El frío era tan fuerte que podía sentir como parte de mi barba se llenaba de escarcha y mis dedos se entumecían debajo de los gruesísimos guantes de lana. Todo lo que podíamos ver a nuestro alrededor era hermosa y enfermamente blanco.

 Nos dirigíamos hacia unos de los lugares que solía frecuentar con mi hermano, un prostíbulo. Lucian tenía una cierta debilidad por las mujeres con poca ropa que estaban dispuestas a aceptar todos sus caprichos por una cantidad generosa de dinero. Incluso aunque esos caprichos siempre terminaran con dejarlas llenas de moretones y uno que otro corte.

Podía comprender que había situaciones que llevaban a una mujer a querer buscar cualquier método para sobrevivir. Pero aún así, no cabía en mi cabeza cómo es que era posible que dejaran que mi hermano las tratara como la peor basura del mundo.

Aún así, ellas seguían aceptándolo como si él estuviera en su casa. El lugar al que nos dirigíamos ahora, era el favorito de Lucian. Allí las mujeres no sólo lo trataban como un maldito rey, sino que también permitía que todos sus clientes salieran y entraran con la máxima discreción posible.

“Siniy Olen” o “Ciervo Azul” era unos de los prostíbulos más caros y exclusivos de Siberia. También era uno de los menos conocidos. Había pasado noches enteras allí, tratando de evitar a las prostitutas que suplicaban por subirse a mi regazo, mientras mi hermano se deshacía de sus necesidades luego de una batalla.

Nos quedaba una distancia de más de dos kilómetros para llegar. Sin embargo los perros corrían con una rapidez sorprendente y ambos trineos, el de Damián y el mío, iban acortando poco a poco el recorrido.

Froté mis manos sobre mis muslos tensos. No había una parte de mí que no estuviera preparada para que cualquier cosa saliera mal, y eso me ponía los nervios de punta, listo para atacar a la mínima provocación. Por la forma en la que podía ver cómo Damián sostenía las riendas de su trineo hasta el punto en que sus nudillos estuvieran blancos, sabía que él no estaba en una mejor condición.

Entonces, como siempre, mi cerebro volvió a pensar en Yvonne.

Nunca imaginé en mi vida que podría llegar a sentirme así por una mujer. Y menos por una mujer que se supone, representaba mi enemigo. Un enemigo que es menos enemigo que mi propia sangre.

Su cabello rubio y los brillantes ojos verdes estaban dentro de mi cabeza como si alguien los hubiera tatuado con Kohl detrás de mis párpados. No podía dejar de pensar en ella y en lo mucho que me hace sentir. Es la forma en la que se mueve, respira contra mi pecho cuando la abrazo, y se retuerce dentro de mis brazos mientras hacemos el amor.

Y eso es otra cosa que nunca esperé que sucediera así.

Al ver cómo mi hermano crecía con todo ese morbo sexual, mi interés por el sexo simplemente murió. No comprendía cuál era la emoción de follar a una mujer hasta el cansancio si al final, ibas a terminar sintiéndote aún más vacío que como te sentías al inicio.

The secret of my Soul - Holding you tight 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora