Prólogo

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Abrí mis ojos e inmediatamente los volví a cerrar cuando el dolor comenzó a golpear, como si un martillo estuviera jugando en mi cerebro. Me tomó tres intentos para que mi borrosa visión se aclarara y pudiera mirar alrededor.  

La habitación era de madera, pequeña y apenas iluminada por las lámparas de canfín que creaban sombras misteriosas que parecían estar acechándonos. Me moví un poco, estirando los músculos adoloridos de mi espalda que se vieron obligados a dormir sobre una silla dura toda la noche.

Mi cabeza había terminado por colgar sobre mi cuello, lo que había provocado la migraña que ahora tenía. Eso y el alcohol que había tomado antes de caer borracho en esta misma silla, observando a mi nueva rehén, la cual dormía plácidamente sobre mi cama.

La miré de nuevo. Sus manos y pies estaban atados a los barrotes de la cama, la cuál había sido diseñada precisamente para poder colocar esposas sobre cada una de sus esquinas. Yo mismo me había visto en esa situación, cuando había perdido el control y mi furia caía sobre cualquiera que estuviera enfrente. Lucian había logrado detenerme junto a sus hombres y pasé noches allí, amarrado hasta que la violencia cesaba.

Me levanté, gruñendo un poco por mi espalda, y me acerqué a ella. Su cabello rubio se veía suave y lacio sobre mi almohada. Sus ojos estaban cerrados, las pestañas acariciando sus mejillas. Sus labios estaban entreabiertos y parecía estar soñando, según la forma en la que los movía con palabras silenciosas.

Había tenido que drogarla. Yo sólo quería tenerla amarrada en mi cama pero mi hermano tenía una obsesión por drogas a los rehenes y al final tuve que aceptar. Probablemente ella no se despierte en unos cuarenta minutos más.

Suavemente solté las esposas de sus muñecas y masajeé sus antebrazos y manos para que la circulación llegara hasta ellos de nuevo.

Ella arrugó su frente, probablemente por el hormigueo incómodo que produce dejar las manos sin la suficiente sangre por un tiempo. Cuando me cercioré de que volvieran a moverse por su propia cuenta con pequeños movimientos delicados,  la amarré de nuevo.

Hice lo mismo con sus pies, sintiendo los pequeños huesos de sus tobillos y la piel suave de sus pantorrillas.

Me alejé antes de sentirme tentado a recorrer un poco más de esa piel.

Entonces volví a mirarla. Era una mujer alta, y aún así muy pequeña para mí. Y no era tan molesta cuando estaba dormida.

Con indecisión, alcancé una cobija de pieles más gruesa y la acomodé sobre ella, cubriéndola hasta la barbilla. Le había colocado, mientras estaba inconsciente, un par de mis abrigos y pantalones, porque el vestido de dama de honor con el que andaba no era ideal para el tipo de clima salvaje en el que nos encontrábamos.

Esto no era un hotel de cinco estrellas. Aquí no había aire acondicionado, había estufas de leña. No había luz y mucho menos agua. Ésta era la parte de Rusia en la cuál es difícil vivir, el clima era tan frío y los animales tan salvajes, que casi nadie se queda por la zona.

Ella suspiró y se removió un poco debajo de la cobija. Débil, como yo era ante la presencia de alguien más débil que yo, me acerqué y levanté su cabeza un poco, acomodando la almohada.

Si Lucian pudiera verme tratando de hacerle cómoda la estadía a mi rehén, estaría burlándose de mí por al menos unos años. Era bueno que no pudiera levantarse de la cama para atestiguarlo, así como el que ella estuviera inconsciente y no pudiera darse cuenta de lo que estoy haciendo para ella.

Era inevitable. Había vivido siendo la sombra de mi hermano mayor, arreglando las cosas que él dañada. Había cuidado a los animales luego de que los lastimara. Incluso lo había protegido a él cuando el terror por nuestro padre lo atacaba por las noches hasta tiempo después de su muerte.

The secret of my Soul - Holding you tight 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora