¿Y esa quién es?

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Entrada de Pueblo Ordon...

Zelda y su nuevo amigo, Link, cabalgaban tranquilamente por el camino hacia el Pueblo Ordon, conversando un poco de cualquier cosa para distraerse. La Princesa realmente se había quedado bastante impactada cuando este joven apareció como caído del cielo (casi literalmente) para salvarla de esos bandidos. Bueno, ella podría haberse encargado, pero le estaba muy agradecida por ahorrarle la molestia, desde luego que no se lo dijo de esa manera.

Zelda se sentía bastante extraña de estar hablando de esa manera con un plebeyo. Normalmente, ella no se fiaba de gente que no conocía, pero algo en Link le inspiraba una confianza que no había sentido jamás en nadie. Aparte, él se había tomado la molestia de ayudarla cuando lo necesitaba aún sin conocerla, y no cualquier persona haría eso. Entre otras cosas, por primera vez estaba sosteniendo una conversación con alguien como una persona normal, cosa que también la hacía sentirse bastante a gusto en su compañía.

Tuvo suerte que Link no le hizo demasiadas preguntas personales, más allá de su edad o de dónde venía. Solo se limitó a decirle la verdad, tenía diecisiete y había viajado desde la ciudadela del castillo de Hyrule desde hacía un par de semanas. Dijo que le hacía falta algo de contacto con el mundo exterior. Por supuesto, no se molestó en mencionar que era la Princesa de Hyrule. Él no tenía idea de ello, y francamente no era necesario que lo supiera. Si podía hacerse de un amigo verdadero como una chica normal por una vez en la vida, el viaje habría valido la pena.

Luego fue Zelda quien decidió conocer más a fondo a Link. Acababa de cumplir dieciocho años, y vivía con sus abuelos y su hermanita menor. Su abuelo era el herrero del pueblo, se le conocía como el "Maestro Smith". Zelda recordó que la familia real muchas veces le había encargado a un herrero con ese nombre forjar espadas y otras armas para los soldados del castillo, las cuales por cierto eran de muy buena calidad. Link trabajaba como su asistente, ya que sus padres habían fallecido años atrás. Esa parte movió algo dentro del corazón de Zelda, el padre de ella había fallecido cuando ella apenas era una bebé, por lo que ni siquiera llegó a conocerlo, y su madre había muerto hacía poco más de un año.

- Bueno, ya estamos aquí. - dijo Link de pronto, sacando a Zelda de su estado semi-soñador, dándose cuenta que acababan de entrar al pueblo. - Sigue derecho hacia allá y no tardarás en ver la posada.

- De acuerdo. - dijo Zelda sonriendo. - Gracias de nuevo por tu compañía, y por haberme ayudado en el bosque. -

- No fue nada. - Link le devolvió la sonrisa. - De todas maneras, si llegas a necesitarme de nuevo, búscame en la herrería. Hasta pronto.

- Jeje, claro, adiós. - Zelda prosiguió su camino. No entendió muy bien lo que Link quiso decir con "si llegas a necesitarme de nuevo", pero la idea no parecía del todo desagradable. - "¿En qué estoy pensando? Si acabo de conocerlo."

Mientras Zelda se dirigía a la posada, Link prosiguió su camino de regreso a casa. Si bien el muchacho lo había sabido disimular muy bien, por dentro tuvo que admitir que esa linda jovencita a la que acababa de conocer sí que le había dado una impresión. Era bonita, amable y muy educada, aunque se notaba que tenía carácter. Su forma de hablar no era propia de una aldeana común, y Link se preguntaba que clase de educación habría recibido.

- "Ya, sácatela de la cabeza, ella se va por su lado y tú por el tuyo." - Sin duda esa joven tendría que ocuparse de sus propios asuntos. ¿Qué posibilidades tendría de volverla a ver? No es como que ella fuese a tomar literalmente lo último que le dijo, ¿verdad?

Estaba tan distraído pensando en eso que por poco pasa de largo su casa. La casa donde vivía era un poco más grande que la mayoría de las que había en el pueblo, en parte porque de hecho tenía dos secciones, la casa propiamente dicha, la cual tenía dos pisos, y un anexo con entrada independiente que había de servir como taller para la herrería. Eso sin mencionar el pequeño establo que tenían al lado, que habría de servirle de albergue a Epona, la yegua de Link. Desde ahí podía ver salir el humo de la chimenea de la fragua, y se escuchaba el sonido de un martilleo, sin duda su abuelo estaría trabajando duro como siempre. Link se bajó de su montura y la dejó en el establo, y se fue hacia la herrería.

El Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora