Epílogo - Diez años después

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Castillo de Hyrule...

Muchas cosas habían cambiado en el reino de Hyrule durante la última década, y más dentro del castillo donde residía la familia real. Pero todos podían estar de acuerdo en dos cosas: primera, que la reina Zelda era una digna sucesora de su difunta madre, y segunda, que su esposo, pese a sus orígenes humildes, estaba a la altura del deber que ahora compartían como legítimos soberanos del reino.

Los comienzos desde luego no fueron nada fáciles. Al crecer como un humilde aprendiz de herrero, había muchas cosas que Link desconocía, sobre los protocolos y costumbres de la realeza. A raíz de esto no faltaron las malas lenguas que cuestionaban al joven e inexperto rey, y la decisión de su esposa de haber contraído matrimonio con él precisamente. Pero a pesar de todo, Zelda se mantuvo inflexible en su opinión respecto a su marido. Ella lo amaba, y nadie podría cambiar eso. Lejos de desanimarse, la joven monarca puso todo su empeño en guiar a su querido esposo para enseñarle todo lo que necesitaba saber para ser un digno líder junto a ella. El joven se sentía muy agradecido, su esposa era una mujer maravillosa en más de un sentido, pues siempre lo ayudaba en todo lo que podía, y lejos de avergonzarse de él por sus orígenes humildes, se sentía orgullosa.

El anciano Primer Ministro que vio con malos ojos a Link desde que llegó fue uno de los primeros que tuvo que tragarse sus palabras. Durante los primeros meses estaba seguro de que el poder y los privilegios se le subirían a la cabeza, y no hacía ningún esfuerzo por ocultarlo. Pero Link nunca perdió su humildad, ni olvidó jamás de dónde provenía. Tanto en público como en privado demostró que lo único que lo ataba a Zelda era el gran amor que sentía por ella, no el poder ni las riquezas que ganó con su matrimonio. Y tampoco se olvidaba de su familia, pues a pesar de sus responsabilidades, siempre que tenían oportunidad se tomaban un tiempo para ir a Ordon a visitar a la familia de Link, quienes a pesar de que Zelda les ofreció vivir con ellos en el castillo, lo rechazaron amablemente. Pese a todo, el lazo que los unía como familia permanecía inquebrantable.

La mayor dicha para la joven pareja llegó apenas un año después de su matrimonio. La reina Zelda dio a luz a un hermoso bebé varón, al cual bautizaron con el nombre de Leiden, en memoria del padre de Link. Pero la alegría no terminó allí, pues al año siguiente fueron bendecidos con una preciosa niña, a quien pusieron el nombre de su abuela materna. Los pequeños herederos sin duda eran una fusión en miniatura perfecta de sus padres, ambos con cabellos dorados y ojos azules. El verlos crecer año tras año sin duda era lo que más felicidad les traía a los reyes de Hyrule, y les daban todo su amor. Tomando conciencia de su propia infancia solitaria, al no tener amigos de su edad durante tanto tiempo, Link y Zelda tomaron la decisión de que, dos veces al año, durante el verano y el invierno, llevaban a sus pequeños a pasar tiempo en Ordon, para que pudieran relacionarse con otros niños de su edad, así como también apreciar las cosas desde la misma perspectiva de su padre, y con ello inculcarles el mismo sentido de la humildad y respeto hacia los demás. Siempre hacían su mayor esfuerzo para pasar tiempo de calidad con ellos, pero en las ocasiones en que sus deberes les impedían estar con ellos, la siempre leal Impa se encargaba de cuidarlos.

Aquel día, el rey y la reina estaban preparándose precisamente para uno de sus viajes anuales al pueblo de Ordon. Como de costumbre, durante sus ausencias Impa se encargaría de los asuntos importantes en el castillo. No había nadie en quien confiaran más para delegar dichas tareas. Por su parte, la guardiana entendía perfectamente el por qué hacían esto cada año. A raíz de la muerte de su esposo, la reina Selena tuvo que cargar con las responsabilidades de gobernar el reino ella sola, lo cual le dejó menos tiempo para compartir con su hija, y para empeorar las cosas también ella murió de manera prematura, dejando a la joven princesa sin su familia a una edad muy temprana. Diariamente pedía a las Diosas que la felicidad que su antigua protegida y ahora soberana experimentaba con su nueva familia no se viera truncada de la misma manera. Mientras Link y Zelda preparaban los detalles de último minuto para su viaje, Impa observaba en el patio del castillo a los jóvenes herederos mientras jugaban corriendo alegremente por todo el lugar.

El Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora