Revelaciones

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Pueblo de Ordon...

El baile de la cosecha en Ordon dejó mucho de qué hablar aquel año. Incluso una semana después, todos en el pueblo comentaban sobre el escándalo que armó Ilia, y su resultado, que fue aquel beso (accidental por supuesto) que se dieron Zelda y Link frente a todos. Ilia se había enfurecido aún más, si eso era posible: durante toda su vida, ella esperaba ser el primer beso de Link. Pero no, la invasora le arrebató ese placer, aunque no quisiera reconocer que, desde luego, la culpa era suya por haberla empujado. En cuanto a Link y Zelda, luego de eso, algo estaba muy claro, ya no podrían verse el uno al otro simplemente como "amigos".

Era muy temprano. En casa de Link, Zelda todavía estaba dormida. Y de nuevo estaba teniendo aquel sueño recurrente. Otra vez, estaba de cuatro o cinco años, caminando con su madre por la ciudadela del castillo. De repente, salió corriendo por ahí ella sola, y vio unos niños que estaban jugando a algo, pero ella no sabía qué. La curiosidad le ganó, y fue a ver.

- Oigan, ¿a qué están jugando?

- ¿Eh? Vete, niña, esto no es para chicas.

- Sí, esto es solo para hombres, vete.

- Oigan, no sean malos, yo solo pregunté.

- Te dijimos que te fueras. No nos gustan las niñas tontas que hacen preguntas.

- ¡Yo no soy una niña tonta!

- ¿Ah no? Mírenla, dice que no es tonta.

- Je, y miren lo que trae, seguro que se cree una linda princesita con esto.

- ¡Hey! ¡Esa es mi tiara, devuélvanmela!

Los niños le arrebataron su tiara, y riéndose de ella comenzaron a lanzársela, mientras ella trataba de recuperarla.

- ¡Devuélvanmela!

- ¿La quieres? ¿La quieres?

- ¡Es mía! ¡Devuélvanmela!

- Si la quieres, quítamela. Si es que puedes, ¡jajajajajaja!

- ¡Basta, dénmela por favor!

- De acuerdo, ya que lo pediste por favor, ahí lo tienes.

- ¡Aaaahh!

Lo siguiente que supo fue que la empujaron en la fuente. Empapada, viendo y escuchando como se reían de ella, sintió como las lágrimas le subían a los ojos.

- ¡BUAAAAAAAAAAA! ¡MAMÁAAAAAAAA!

- Jajaja, ay, pero que niña tan llorona.

- ¡Oigan! ¿Qué se creen, empujándola a la fuente?

- ¿Eh?

Fue en ese momento que llegó otro niño, que se entró a golpes con uno de los que la habían empujado. A pesar de no ser tan grande como ellos, se las arregló para sacarle sangre por la boca y la nariz, y lo hizo salir corriendo, lloriqueando y llamando a su mami. Los otros dos que quedaban trataron de írsele encima juntos, pero aunque recibió algunos golpes, a uno le dio una patada en la espinilla, y al otro le metió una zancadilla para hacerlo que se cayera de narices al suelo. Los dos bravucones se fueron corriendo (uno de ellos más bien cojeando) como los miedosos que eran. Acto seguido, recogió la tiara de Zelda para devolvérsela.

- ¡Pónganse con alguien de su tamaño! ¿Estás bien?

- A... ajá, sí.

El Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora