Nuevas amistades y algo más

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Casa de Link...

La cena continuó normalmente, aún sin Link que había preferido retirarse por los comentarios que hicieron su abuelo y su hermanita, y lo hicieron sentirse bastante avergonzado. Se pasaron un rato escuchando algunas historias del abuelo, y se estaban divirtiendo tanto que no se dieron cuenta de cómo pasó volando el tiempo, aún luego de que terminaron de comer. Ya pasaban de las ocho de la noche, por lo que el abuelo se llevó a la pequeña Aryll a dormir a su habitación, mientras la abuela acompañó a Zelda a la que habría de ser la suya durante su estadía en su casa.

La habitación estaba en el segundo piso. Según le dijo la abuela, esa solía ser la habitación de Link cuando sus padres aún vivían, luego de que fallecieran Link se pasó a la habitación de ellos. Esta ahora nadie la ocupaba, pero aún así la mantenían limpia y ordenada, y de cuando en cuando la usaban como cuarto de huéspedes si llegaba alguien que la necesitara.

- Espero que te sientas a gusto. Buenas noches y que tengas dulces sueños.

- También usted, abuela.

Zelda cerró la puerta, y echó un vistazo a la habitación. La cama era bastante grande, y también tenía una cómoda con un espejo para arreglarse. Había también un armario vacío, donde aprovechó de poner algo de la ropa que llevaba. La casa de Link y su familia podía ser humilde, pero era su hogar, y Zelda realmente se sentía a gusto ahí, no tenía nada que envidiarle a su palacio.

- Uff. Bueno, hora de dormir un poco. - dijo con voz algo somnolienta.

Dejó su bolsa sobre la cómoda, y sacó su ropa de dormir para cambiarse. Estaba muy cansada por todo el ajetreo de ese día, así que no tardó mucho en quedarse dormida.

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Más tarde, esa noche...

- Ya no llores. Una niña tan bonita como tú no debería estar triste.

- ¿Eh?

¡THROOOOOOOOMMM!

El fuerte estallido de un trueno hizo que Zelda se despertara de su sueño. La joven se despertó casi de sobresalto, el estallido la había sorprendido. Unos segundos después fue que se dio cuenta. Al despertar no recordaba bien lo que estaba soñando, solo que estaba llorando por alguna razón, pero había una voz que sonaba muy amable intentando consolarla. No era lo que se pudiera llamar una pesadilla, aunque tampoco estaba segura de que fuera un sueño bonito. La joven se salió de la cama y miró por el cristal de la ventana, efectivamente estaba lloviendo a cántaros, y con relámpagos.

- De la que me salvé por no dormir afuera. - se dijo a sí misma.

Antes de volverse a dormir, decidió bajar a la cocina por un poco de agua. Como estaba muy oscuro, encendió una vela para iluminarse el camino, no quería dar un paso en falso y romperse el cuello al caer por las escaleras. Abrió con cuidado la puerta y caminó muy sigilosamente para no despertar a nadie. Al llegar a las escaleras, tomó un profundo respiro antes de bajar, dando cada paso con precaución.

Finalmente llegó a la cocina. Se acercó a una jarra llena de agua, y tomó una taza para servirse. Pero mientras se tomaba el agua, al voltearse se encontró con la mirada de alguien más que se había levantado. Era la pequeña Aryll, iba vestida con una pijama azul celeste con florecitas rojas, y estaba descalza. Parecía estar muy asustada, por la forma en como la estaba mirando.

- ¿Qué sucede? - preguntó Zelda. - ¿No puedes dormir?

- Me dan miedo las tormentas. - respondió la pequeña. - Los truenos y los rayos me provocan pesadillas.

El Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora