Una mala jugarreta

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Casa de Link...

Había transcurrido cerca de mes y medio después del día de campo. Si bien Zelda no guardaba rencores, el recuerdo de ese Wolfos seguía todavía muy fresco en la mente de Link.

A Link realmente no le cabía en la cabeza que a Ilia le diera por seguir haciendo tantas tonterías. Más aún esta vez, considerando que, lo que fuera que estuviera planeando, casi les costó sus vidas. Y algo más, sus ataques siempre iban dirigidos hacia Zelda. Link se preguntaba qué le habría hecho Zelda a Ilia para agarrarla con ella de esa manera.

Pero había algo más que lo perturbaba, aunque, a diferencia de lo anterior, no se pudiese decir que fuese de manera negativa. La escena que Link había visto en la cascada le hizo perder el aliento, y tal vez el poco rastro de inocencia que aún le quedaba. Cierto que Zelda una joven realmente hermosa, pero haberla visto así, en tanto esplendor... fue como si algo que dormitaba en su interior hubiese despertado de pronto, como si, por decirlo de alguna manera, su niño interno se convirtiera de golpe en un hombre adulto. Algo que, inexplicablemente, no podía refrenar. Cada vez que recordaba la imagen, se olvidaba de todo, y de todos a su alrededor. Y por más que intentaba sacársela de la mente, no podía.

- "¿Qué pasa conmigo... por qué no puedo dejar de pensar en eso?" - se preguntaba.

Incluso por las noches, intentaba alejar su mente de eso yéndose a dormir temprano. Pero eso, más que servirle de ayuda, solo lo empeoraba aún más. Más o menos cinco de cada siete noches, los sueños de Link se orientaban a esa escena en la cascada. Si bien de principio todo iba normal, como había ocurrido antes en la vida real, las últimas veces se habían ido desviando un poco, de manera gradual hasta que, en la parte donde se suponía que salía corriendo de ahí, inexplicablemente terminó resbalando y cayendo al agua, con lo que llamó la atención de Zelda. Pero lo más extraño de todo, fue que ella no empezó a gritar ni nada por el estilo al verlo. En vez de eso, se incorporó, y, al parecer, sin importarle en lo más mínimo estar completamente desnuda, se dirigió lentamente hacia él. Link no se movió, sin saber si era porque no podía o no quería, pero el hecho fue que cuando Zelda llegó hasta él, levantó sus manos para acariciarle las mejillas, le sonrió sensualmente, y cerrando los ojos, poco a poco fue acercando sus labios... y en ese momento se despertó.

- "Un poquito más y... por las Diosas, ¿en qué estoy pensando?" - Link no podía dejar de preguntarse hasta donde hubiese llegado aquello si no se hubiera despertado precisamente en ese momento... y no estaba seguro de haber querido despertar.

El punto era que Zelda había dejado de ser solo una invitada en casa de Link. Los abuelos parecían quererla como si fuese otra nieta, y Aryll disfrutaba pasar tiempo con ella como si fuese su hermana mayor. La sentían como si fuese parte de la familia. En cuanto a Link... bueno, él la veía en una luz muy diferente a cualquier otra chica que hubiese conocido. Y a pesar del hecho de que en realidad sabía muy poco sobre ella (Zelda nunca hablaba de sí misma más de lo necesario), Link no podía evitar negar lo mucho que le atraía su forma de ser. Zelda era educada, modesta, amable y muy dulce. Pero lo que más le gustaba de ella, aún más incluso que su gran belleza, era su inteligencia y su madurez. En verdad, ella era muy diferente a todas las chicas que había conocido en su vida. Empezaba a preguntarse... ¿qué era lo que estaba sintiendo hacia ella en ese momento? De algo estaba seguro, ya no se conformaría con ser solo su "amigo".

Por otra parte, Link no era el único que tenía sueños recurrentes. Aquella mañana, al despertar, Zelda pudo recordar mejor el sueño que había tenido. Se veía a sí misma, de unos cuatro o cinco años. Estaba en la plaza del pueblo, había salido de incógnita con su madre, pero se había ido a jugar por su cuenta, y había terminado topándose con un grupo de niños malos más grandes que ella. Le quitaron su tiara, y empezaron a aventársela, ella gritaba y rogaba que se la devolvieran, pero terminaron empujándola dentro de la fuente, haciéndola llorar. Un segundo después, sin embargo otro niño llegó, y a pesar de estar solo, se les enfrentó valientemente y los castigó, advirtiéndoles que no se metieran con ella. Luego, el niño se le acercó para ayudarla a salir de la fuente, pero no pudo verle bien la cara. En ese momento despertó. Al parecer, cada vez avanzaba un poco más en el sueño. No podía quitarse de encima la sensación de que había pasado por eso antes.

El Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora