Prólogo

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-¡Chris! ¡Acá! – Los escuché decir. - ¡A la izquierda! – Hizo una pausa. -¡Tu otra izquierda!

-¡Hay una gran diferencia entre derecha e izquierda! – Respondió.

Doblé una esquina mientras me empezaba a quitar el saco que traía puesto, tiré mi sombrero pero no me atrevería a soltar las dos maletas.

¿Cómo es que dieron conmigo después de haberlos dejado en el bosque aquel día? ¿Acaso no tienen miedo de lo que puedo hacerles?, Pero mientras más lo pienso más confuso se vuelve. Sin mencionar que mi omega interno llora de felicidad ya que nuestro "destinado" está a unos metros de nosotros.

Con todas las fuerzas que tenía y restándome el asco, me lancé al contenedor de basura. Aplasté algo suavecito que después hizo un pequeño "squik". Perdóname ratoncito. Con cuidado saqué mi teléfono.

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Salí del contenedor, y aunque sonara tonto me coloqué un abrigo que tenía guardado en una de las maletas. Había frío. Con sigilo me fui alejando de la casa del ratoncito. Descanse en paz.

Crucé la calle infestada de tráfico y conductores furiosos. Me sentí tranquilo de nuevo, ahora podía seguir con mi misión. Por un momento pensé en quitarme los lentes de contacto verde grisáceo pero un olor inconfundible y a la vez orgásmico se hizo presente.

Me resistí a voltear a verlo.

-¡Te atrapé!- Caí al suelo. –Y dime, ¿ahora saldrás conmigo? ¿Soy ya lo suficientemente bueno para ti? – Era el tonto, estúpido, infantil y algo guapo de Viktor.

No respondí nada, intenté zafarme de su agarre pero su delicioso aroma me hacía débil contra él, inclusive pataleé y –casi- golpeé pero de nada servía. Al tener mi cuello tan cerca de su boca Viktor no desaprovechó la oportunidad para pasar su lengua sobre el lugar de la marca.

Un distintivo auto color rosado se nos acercó, de él salieron los mismos chicos que me perseguían minutos atrás. Viktor soltó un leve gruñido.

-¡Al fin lograste atraparlo! – dijo una chica morena y de cabello negro, según había escuchado se llamaba Sala y era omega - ¡Mickey seré tía!

-Sala, ya hablamos de esto...

-¡Pero Mickey! - Al menos él si parece ser menos tonto que los demás.

La de cabello negro abrazó al chico castaño y mirada seria, a pesar de su apariencia él era un omega también.

-Ya era hora, sabía que podría ser de utilidad – sonrió victorioso, si no me equivocaba él era un tal Emil.

-Recuerda no tocarlo demás, que la ONU tiene ojos por todos lados – dijo Chris, a él lo conocía perfectamente, un pervertido total. – No quisiera ver mi linda cara frente a un juez diciendo que mi amigo jamás tocó a su destinado ilegal. – ¿Cómo es que puede decir algo así? ¡Si tengo 23!

-¿Qué llevas en esa maleta? – Preguntó un copetón de cabello negro del cual no recordaba su nombre aunque me sonaba a George.

George revisó una de las dos maletas.

-¿Llevas harina? ¿Eres panadero? – Preguntó sorprendido, pero el sorprendido era yo. – Chicos, ¿por qué perseguimos a un panadero?

-No es harina, Georgi – habló serio un chico de ojos verdes, cabello rubio y café a los costados. – Y él es un informante y estafador, no un panadero.

Los demás vieron con vergüenza a Georgi, Viktor había bajado la guardia al verse rodeado de sus amigos y en ese momento lo empujé y como si de agua en medio del desierto se tratase, le quité la maleta a George.

Te atrapé, cariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora