Extra 2: El accidente.

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𝙸𝚜𝚕𝚊 𝙲𝚛𝚊𝚒𝚐
    
     Aquella noche a penas había logrado dormir. Sus padres se habían metido en su habitación hace horas y la rubia sólo me había limitado a mirar el techo. Eran nervios, preocupación, pero no estaba segura de qué. Sabía que Nimue, la Reina de Lasswade estaría dando una fiesta y a pesar de haber tenido luz verde para asistir, se había negado. Algo le decía que lo mejor que podría ...hacer esa noche sería quedarse en casa viendo alguna película que fuese suficiente para distraerla, pero no fue así. Puso más de diez y todas las acababa cambiando antes de los quince minutos, y ahora se encontraba sola y encerrada con la luz apagada y la ventana lo suficientemente abierta para dejar que el aire se metiera e hiciera bailar las cortinas de un perfecto rosa palo, su color favorito. 

     Al dar las seis en punto de la mañana, agotada por sus propios pensamientos, decidió bajar y encender su celular. Los mensajes le llovían siendo incapaz de siquiera alcanzar a leer uno hasta que el celular había dejado de sonar. Se sustuvo del mueble de la cocina comenando a revisar los mensajes uno por uno aunque todos llegaban al mismo tema: El accidente.

     Un dolor llegó a su pecho como si se tratase de una puñalada, quitándole el aire y haciendo que su cuerpo se volviera frío al tacto. 

     "𝗧𝗵𝗼𝗺𝗮𝘀 𝘆 𝗕𝗿𝗮𝗱𝗹𝗲𝘆 𝗵𝗮𝗻 𝗺𝘂𝗲𝗿𝘁𝗼" 

     Un mareo hizo que su cordinación se fuera a la basura, golpeando sin querer haciéndolo caer al suelo para convertirse en mil pedazos. Isla se dejó caer a su lado sin darse cuenta de que un par de vidrios se habían clavado en las palmas de sus manos. No podía llorar, no podía siquiera respirar con normalidad y a penas podía recordar las facciones de ellos dos, incluso cuando el día de ayer se habían visto por última vez.

     No podía ser cierto. Era todo una broma para aquellos que no habían ido a la fiesta. Isla se levantó del suelo haciendo a un lado los vidrios, corrió hasta la puerta de su casa, quería y necesitaba comprobar ella misma que todo era una broma. Se subió a su bicicleta y pedaleó lo más rápido que pudo hasta la casa de Nimue, donde, esperaba, se encontrara el auto que les llevó a la muerte.

     Al llegar a las afueras de la residencia su corazón se detuvo, las palmas de sus manos sangraban por los vidrios que se le habían incrustado, pero no dolía en lo absoluto. O al menos no como ver que aún habían detectives en el lugar, a la distancia aún se veían botellas quebradas en el suelo. Era cierto. 

     La rubia dio media vuelta y volvió a su casa, donde su madre la estaría esperando en la entrada de la casa con los ojos rojos. Un castigo se veía venir, podía notarlo aún con los ojos cristalizados y el rostro empapado en lágrimas.

Lasswade TaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora