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—Él está bien pero lamentablemente ha perdido su memoria, solo recuerda su nombre y cosas un tanto básicas de su persona. Eso es todo, lo lamento mucho...— se escuchó la voz de aquel médico, claramente entristecido por dar tan brusca noticia y seguido de esto un llanto feroz, que inundaba el silencio sepulcral de la sala de espera.

La mujer de cabellera corta se había tirado de rodillas, sollozando ante cruel noticia que le hicieron llegar, sus manos cubrían su rostro y apagaban un tanto su llanto.

No podía ser verdad, no quería que eso pasara, mucho menos a su familia, simplemente no y no. ¿Por qué las desgracias caían a su familia? Si no había hecho nada malo, entonces... ¿Por qué a su familia? Lo peor es que fue al menor de todos, su adorado sobrino, Hiro Hamada.

A su lado un chico de piel acanelada, ojos achocolatados y cabellera azabache, trataba de calmar a la pobre mujer, que lloraba en el desconsuelo piso frío. Él más que nadie sabía que recibir una noticia de tan magnitud y crueldad era difícil de digerir, hasta él estaba realmente triste por dicha noticia e intentaba inútilmente retener las lágrimas que amenazaban de salir de sus orbes.

(...)

Paso buen rato desde que despertó, simplemente no recordaba nada. Apenas sabía su nombre, su edad y en donde estaba, aunque primeramente no lo sabia pero gracias a una enfermera lo había descubierto.

Veía la charola llena de comida, no tenía hambre, aunque sentía un hueco, algo le faltaba y comida no era exactamente.

Sus recuerdos habían sido borrados tan repentinamente que se sentía de esa manera. Como hubiera deseado evitar esta catástrofe y así no sentirse tan mal…

Se sentía vacío

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora