Capítulo 9

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Acebina

Al día siguiente, Acebina sentía que había dormido días. El regreso al campamento del Clan del Trueno le había parecido eterno. Quería hablar cuánto antes con Esquiruela pero sabía que su madre jamás se lo diría por más que le insistiese. Pensó que tal vez la mejor opción sería que ella y sus hermanos traten de hablar con Esquiruela juntos. Quizás ahí su madre vería cuán desesperados por respuestas estaban.

— ¿Pudiste dormir?— le preguntó Zarpa Leonina, mientras se desperezaba. Acebina pudo notar que eran los únicos en la guarida de los aprendices. Seguramente los demás habían salido a entrenar o a cazar. Mejor. Así podía hablar tranquilamente con su hermano. 

—Tenemos que hablar— comenzó, pero Zarpa Leonina la interrumpió:

—Si quieres hablar de Brezo, ya te advierto que no voy a dejar de ser su amigo. 

—No quiero hablar de ella. Al menos, no ahora. Quiero que hablemos con Esquiruela. ¡Ella debe decirnos quién es nuestro padre!

Su hermano se la quedó mirando por unos instantes hasta que reaccionó. No parecía muy contento con lo que acababa de escuchar y Acebina se preguntó si Zarpa Leonina no tenía curiosidad por saber quién era su padre. Cualquiera tendría curiosidad por ello.

— ¿No te pusiste a pensar que por algo Esquiruela no nos dijo nada?— le preguntó el aprendiz de pelaje dorado. 

— ¿Y tú no quieres conocer a nuestro padre? ¡Quizás es un guerrero de otro clan!

—No lo creo— respondió Zarpa Leonina pensativo. —Esquiruela es demasiado leal al Clan del Trueno como para enamorarse de un guerrero de otro clan.

—Entonces, ¿quién crees que es nuestro padre?

—Tal vez un guerrero del Clan del Trueno que murió antes que nosotros naciéramos. 

—Todo es posible. ¡Debemos descubrirlo!— exclamó Acebina, con sus ojos verdes brillando de emoción. Le emocionaba la idea de saber quién fue, o quién es, su padre. Finalmente, Zarpa Leonina aceptó la idea de ayudarla. 

Juntos, se dirigieron a la guarida de los curanderos para hablar con Arrendajo. Si iban a hablar con su madre, debían hacerlo los tres. 

— ¿Buscan a Arrendajo?— preguntó Hojarasca Acuática al verlos. Ya se había adaptado al hecho de que siempre que iban a la guarida de los curanderos era para ver a su hermano, y no parecía molestarle. —Está adentro, viendo que hierbas tenemos y cuáles nos faltan. 

—Ya he terminado— dijo Arrendajo. —Tenemos caléndulas y milenramas suficientes para sobrevivir a la estación sin hojas. Nos falta borraja y bayas de enebro. También un poco de nebeda, en caso que algún gato tenga tos verde.

—Ya veo. Buen trabajo, Arrendajo— lo felicitó su mentora. Acebina estaba sorprendida. Su hermano parecía más maduro con todo el conocimiento que había adquirido. 

— ¿Quieres que vaya a buscarlas?

—No hay prisa. Primero, habla con tus hermanos. Después ve a buscarlas— dijo Hojarasca Acuática y se despidió de todos para dejarlos hablar tranquilos. Acebina había insistido que la curandera podía quedarse, pero ésta se negó, argumentando que entendía que los hermanos comparten secretos.

 — ¿Qué era tan importante?— preguntó Arrendajo, una vez que su mentora se fue. 

— ¿Nunca te preguntaste quién era nuestro padre?— le preguntó su hermana.

—La verdad, no. Por algo Esquiruela no quiere que sepamos.

— ¡Eso fue lo que dije!— maulló Zarpa Leonina. 

— ¿Quién crees que es nuestro padre?— preguntó Acebina, ignorando a su hermano y mirando a Arrendajo. 

 —No lo sé ni me interesa. El punto es que a él no le importamos. 

Acebina no podía creer la reacción de su hermano. Parecía que no le importase en lo más mínimo saber el por qué nunca conocieron a su padre. 

— ¡No puedes estar hablando en serio!— exclamó Acebina antes de salir corriendo. Ninguno de sus hermanos fue tras ella. Quizás porque entendían que ella necesitaba estar sola. O al menos, eso quería pensar la aprendiza. 

"¿Qué tiene de malo querer conocer a tu padre?" pensaba Acebina. 

— ¿Te encuentras bien?— le preguntó Esquiruela. 

—No lo entiendo. ¿Cómo hacer para tener cachorros y a la vez ser una buena guerrera?— le preguntó Acebina. Esa era una duda que tenía desde hace tiempo. Quería convertirse en guerrera, y tener cachorros algún día pero no se veía capaz de soportar estar seis lunas en la maternidad sin cumplir sus deberes como guerrera. Esquiruela 

—No es tan fácil. No creas que fue fácil para mí volver a ser guerrera cuando ustedes aún eran cachorros. Sin embargo, el clan me necesitaba. No podía abandonarlo. 

—Ya veo— respondió Acebina, y luego de unos minutos en silencio, se atrevió a preguntar: — ¿Quién es nuestro padre?

Se sintió más ligera al hacerlo, como si se hubiera librado de un gran peso que no estaba lista para llevar. Acebina estaba segura de que no podría soportar seguir aguantando su curiosidad. Necesitaba preguntárselo a Esquiruela.  

— ¿Por qué quieres saberlo?— preguntó su madre, sorprendida. Seguramente, no se esperaba esa pregunta. Acebina no podía culparla.  

—He estado pensándolo bastante y quiero saber quién es mi padre o quién fue. 

—Tú padre sigue vivo— fue la respuesta de Esquiruela. Al oírla, los ojos de la aprendiza brillaron de emoción. ¡Su padre estaba vivo! La confesión de su madre alimentó sus esperanzas de que ésta le dijera quién era. Sin embargo, no fue así. —Lo único que te diré es que no lo conoces.

— ¿Puedo saber al menos su nombre?

—Acebina, compréndelo, por favor. Aún no estás lista para que hablemos de él.

— ¿Y cuándo lo estaré?— preguntó Acebina, completamente desilusionada.  

Antes de que Esquiruela pudiera decir algo, Zarpa de Ratón aparece, agitado. Parecía que corrió lo más rápido que sus patas le permitieron para llegar al campamento. Acebina se olvida de su conversación con Esquiruela y pone su atención en el aprendiz. 

— ¿Qué ha pasado, Zarpa de Ratón?— le preguntó Esquiruela preocupada al recién llegado.

— ¡Carboncilla cayó de un árbol!

Gatos Guerreros- El Poder de los Tres: Río Oscuro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora