ᴄᴀᴘ 6: ¡ᴀʟ ᴀᴄᴇᴄʜᴏ!

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Tomo el primer autobús que lleva a la ciudad y unos treinta minutos después llego

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Tomo el primer autobús que lleva a la ciudad y unos treinta minutos después llego. Me pongo en busca de un hotel barato, me registro bajo un nombre falso y subo a la habitación 16. Cierro bien la puerta tras de mí, me recargo en esta y miro la pequeña habitación; solo tiene una cama, un tocador y una pantalla. Suspiro, me siento incómoda y ajena a todo lo que me rodea.

Acomodo la maleta a un lado de la cama, me dejo caer sobre el colchón y contemplo el techo. En los últimos días, mi cabeza ha sido invadida por docenas de ideas tontas, demasiado riesgosas, y estoy consciente de lo mal que podrían salir; pero el primer paso ya lo di: escapar de casa. Tal vez debí ir directamente a la policía y contarles lo que ha pasado, para después sentarme a esperar, esperar algo que sé que nunca llegará; pero hubo algo que me motivó a no hacerlo, sino a ir por mi propia cuenta.

Tal vez es mi reciente personalidad suicida que comienza a hacerse presente.

No quiero meter a la familia de América en esto, ni a nadie de mis amigos. He decidido sucumbir al pensamiento más oscuro que grita en mi cabeza desde lo sucedido con mi familia y eso implica ir detrás del Asesino de la Luna. Él no quiere matarme y yo quiero saber por qué. Es estúpido, sí, y no, no es una buena idea. Creo que por eso mismo lo hago: entiendo el riesgo y consiente estoy de que puede o no funcionar.

No me detendré hasta el final.

Quiero saber qué es lo que le motiva, quiero entender qué vio en mi familia que no ve en mí. Pero más que nada, yo quiero...

—Realmente creí que esto sería fácil —digo en voz alta, interrumpiendo mi propio pensamiento. Creí que lo más difícil sería encontrarlo y lo fácil sería hacer que me matara, pero resultó ser todo lo contrario.

Deambulando entre tantos pensamientos confusos, termino por quedarme dormida y solo el hambre me despierta pasado el mediodía. Me levanto, tomo un corto baño y salgo en busca de algo para comer. Afuera hace bastante frío y parece que volverá a llover. Entro a una pequeña cafetería y me siento en un rincón. Pido un chocolate caliente y un pastelillo. Tengo una gran debilidad por las cosas dulces, sobre todo por el pastel de chocolate que hace mamá... que hacía mamá.

Miro el pastelillo frente a mí y el rostro sonriente de mi madre aparece en mi mente. Ella amaba cocinar, en especial cosas que sabía que nos hacían felices, como mi pastel de chocolate, las albóndigas que tanto gustaban a papá o el flan que amaba Dan. Un nudo se forma en mi garganta; otra vez siento que la vida se me cae al recordar a mi familia. ¡Los extraño tanto! ¿Por qué tuve que desviarme ese día a casa de América? ¿Por qué no estuve con ellos?

Tal vez no hubiera podido evitar que murieran, pero al menos hubiera muerto con ellos. Eso hubiera sido mucho mejor que el haber quedado sola y con este insoportable dolor.

—¡Maldito As! ¿Por qué no me mataste? —Seco bruscamente una lagrima que se ha escapado y me obligo a no llorar.

Llorar no resuelve nada, y yo lo que en estos momentos quiero es hacer justicia con mis propias manos. Justicia...

Besos con sabor a muerte© (18+) ¡DISPONIBLE EN FÍSICO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora