8

9.2K 206 11
                                    

¿Y si siempre ha sido así? A lo mejor todo este tiempo se ha estado controlando, ocultandome su verdadera personalidad.

¿Quién demonios se ha creído para hablarle así a la gente? Pobre camarero.

Kate, José... ¿cuanto hace que no los veo? ¿cuanto hace que no hablamos? Este hombre me ha tenido tanto tiempo absorbida que he descuidado a mis amigos... Parece que han pasado décadas desde la última vez que vi una pelicula con Kate, o desde la última vez que José me contó un chiste... y todo por él.

<<Soy Christian Grey, Presidentucho de Grey Enterprises Holdings Inc, limpia mis zapatos de Armani con tu lengua hasta que queden relucientes o tendrás problemas.>>

Estúpido.

<<Dime, ¿sabes quién soy yo?>>

A lo mejor yo no sé quien eres...

¿Quién era ese hombre y por qué han discutido?

Era moreno, y dijo algo de su corbata. Ella. Dijo ella.

Distraída con esos pensamientos, me doy cuenta de que he perdido la noción del tiempo y que llevo un rato andando. Estoy sin móvil para llamar a Christian. Estoy sin chaqueta. Y entonces me doy cuenta de que estoy perdida y no sé el camino de vuelta. La calle está totalmente vacía. Cuando por fin veo a una persona, decido preguntar para orientarme.

— Disculpe, estoy algo perdida ¿sabe donde se encuentra el Lovely Grey Café?

El hombre apoyado en la camioneta fuma un cigarrillo distraídamente, y en cuanto me ve, da una larga calada, conteniendo el humo. Cuando habla, suelta el humo de golpe y me sonrie, mostrándome unos dientes amarillos y sucios.

— ¿No eres de por aquí, guapa? —pregunta el hombre mientras me mira.

— No, en realidad no conozco esta ciudad —contesto educadamente.

— Mmm, ya veo. ¿Y que te ha traido a Sacramento, bonita?

— Mi marido y yo estamos aquí por unos asuntos —contesto ya un poco asqueada por tanto piropo innecesario.

— Tu marido eh... vaya, las casadas me dais mucho morbo... —dice el hombre mientras me mira

las piernas desnudas.

En ese momento quedo bloqueada, sin saber que decir, y entonces comprendo que tengo que irme da allí lo antes posible.

— Bueno, siento haberle hecho perder su tiempo, tengo que irme, voy a ver si... —mi voz delata nerviosismo.

— Oye, preciosa, era solo una broma. Deja que te lleve —dice el hombre tirando el petillo y acercandose lentamente hacia mi.

— Yo... —digo mientras retrocedo disimuladamente.

— ¡Eh, Louis! Mira que preciosidad he encontrado —grita el hombre mientras sigue andando hacia mi.

Un hombre con cara de pocos amigos sale de dentro de la camioneta en la que el hombre del petillo estaba apoyado:

— Caray, ¿que tenemos aquí? —dice dandome un repaso de arriba a abajo mientras empieza a andar también hacia mi— hoy nos ha tocado la lotería, Dennis...

En ese momento me doy la vuelta y comienzo a andar a toda prisa, cuando siento un brazo sudoroso y pegajoso en el hombro.

— Eh, eh, vamos, tranquila, solo vamos a pasar un buen rato —dice el tal Dennis.

— Prometemos ser delicados... —dice Louis susurrandome, aún con el brazo sujetando mi hombro con fuerza, hincando las uñas en mi piel, haciendome daño, mientras tira de mi para atrás.

— Por favor... —comienzo a sollozar.

— Cálla, y entra en la furgoneta —dice seriamente Dennis.

De repente, el hombre del cigarrillo me agarra por las muñecas mientras el otro hombre se agacha y me sujeta los pies, y entre los dos me levantan.

— ¡No, no, no, por favor! ¡Soltadme, por favor, por favor! ¡Dejad que me vaya! —grito desesperadamente, mientras me retuerzo y lucho por liberarme.

— Cierra la puta boca o te vamos a dejar la entrepierna en carne viva —grita furioso Louis mientras me aprieta fuerte las muñecas.

Sigo retorciendome, cada vez más nerviosa y gritando más fuerte, y cuando están a punto de meterme en la furgoneta, me caigo. Estoy tirada encima de Dennis, que también se ha caído. Me levanto asqueada, asustada, con la cara empapada llena de lágrimas, y veo a Louis correr como un loco hacia la furgoneta y arrancar a toda prisa. Cuando me levanto para salir corriendo, pensando que ya estoy a salvo, noto una mano en el hombro de nuevo . Sólo que esta mano es más cálida, más suave. Más familiar.

Cincuenta sombras renacidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora