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Nada más entrar en la discoteca, me siento como una adolescente de diecisiete años. En todas partes encuentro recuerdos de mis años más jóvenes: una pareja besandose apasionadamente al ritmo de la música techno, un grupo de amigas tomando chupitos, dos amigos desplegando sus tácticas de ligue... Aunque para ser sincera, no son recuerdos míos. Yo era tan sólo una mera expectadora de todo aquello, pero nunca llegué a hacer esas cosas cuando era una adolescente.

Christian me conduce a toda prisa por la discoteca. Nos paramos enfrente de los baños. Christian mueve la manilla de la puerta para abrirla, pero esta no abre. Está ocupado.

— ¿Que hacemos aquí, Christian? —grito por encima de la música.

Christian me sonríe maliciosamente,

— ¿De verdad no lo sabes, Ana? —Christian se acerca a mí, me empuja despacio, y me acorrala contra la pared—  ¿O lo sabes pero quieres que te lo diga?

De repente un calor me inunda y siento una dulce presión en el ombligo. Me quedo en silencio, perdida en mi excitación.

— Es eso, ¿verdad? Pues lo que va a pasar, Ana, es que te voy a follar en este baño —Christian me susurra, calentando mi oído con su aliento.

De repente, veo la puerta del baño abrirse y a una chica algo borracha salir del interior. Christian me coge de la mano y rápidamente nos metemos en el baño. Nadie nos ha visto, o eso creo yo.

El baño es increíblemente espacioso. Las paredes son blancas, y los fluorescentes le dan un toque ultravioleta al ambiente. El suelo es negro, decorado con unas vetas moradas. El interior huele a tabaco, a alcohol y al característico aroma dulzón de las discotecas. A la derecha hay un pequeño retrete, y en el centro, pegada a la pared, una pequeña pila con enormes mesas de mármol a ambos lados.

De repente, todo se ralentiza. Ahora Christian actúa despacio, sin prisas. Se toma su tiempo para tentarme y provocarme aún más. Y eso me encanta. Comienza a desabrocharse el cinturón lentamente. Cuano ha acabado, se quita los pantalones, y después la americana y la camisa blanca inmaculada y los deja en la mesa de mármol de la pila. Se queda tan sólo con los calzoncillos y con la corbata. Oh Dios, que sexy.

— Acércate —Su voz es suave y sensual. El eco de la música de la discoteca, junto con el tono de voz de Christian, me excita sobremanera.

Hago lo que me dice, y me acercó. En cuanto estoy enfrente de él, saca su corbata, y para mi sorpresa, me hace una coleta alta con ella. Mientras lo hace, veo como cada vez se va excitando más, y para cuando ha acabado, tiene los ojos completamente oscuros. Ver el efecto que he provocado en él me enciende las entrañas, y me muerdo el labio deliberadamente. En cuanto lo hago, Christian se abalanza sobre mí, y me apresa contra la pared. Vaya, podría acostumbrarme a pasarme la vida pegada a las paredes de esta manera. En cuanto siento su lengua húmeda y caliente deslizarse suavemente entre mi boca, gimo involuntariamente.

— Que manera de gemir, Ana. ¿Sabes lo que me excita eso? —habla entrecortadamente mientras me da besos húmedos por el cuello, respirando sonoramente por la nariz, y por un momento parece un animal que está devorando lenta pero ansiosamente a su presa.

En menos de veinte segundos, el depredador que hay en el me deja completamente desnuda. Se quita los calzoncillos, y ahí estamos nosotros, Adán y Eva a  punto de pecar. Me guía hasta la pila y me pone enfrente de ella, mientras el se pega desde atrás. Siento su cálido pecho pegado a mi espalda, y su erección contra mi culo. El espejo nos devuelve nuestro lujurioso reflejo, y en cuanto nos vemos, nos excitamos todavía más. Veo como Christian me empuja juguetonamente contra la pila, hasta que choco contra el mármol. Veo como mientras lo hace, Christian coge la corbata, y tira de mi coleta hasta abajo, obligandome a apoyar la cabeza en su espalda. Dios, que excitada estoy. Christian golpea con suavidad su miembro en mis nalgas.

— ¿Preparada? —sin darme tiempo a responder, Christian me penetra con ansia, y a partir de ese momento, me olvido de todo lo que me rodea a excepción de la placentera sensación que me proporciona mi marido.

— Recuerdo la primera vez que entré contigo en una discoteca.

Christian y yo estamos vistiéndonos en el baño.

Me quedo pensando un momento y de repente, la noche en la que me emborraché y llamé a Christian acude a mi mente.

— Vaya, ha pasado tanto tiempo... 

Miro a Christian pensativa mientras termina de vestirse, y me doy cuenta de que desde que lo conozco, su aspecto no ha cambiado ni un ápice. En cambio, su personalidad, ha dado un giro de 180 grados. Yo también he cambiado. ¿Vaya, cuanto años han pasado desde aquella noche?

— Qué espectaculo dio, Señora Grey —Christian interrumpe mis pensamientos y se apoya en la pila, mirando como intento arreglar mi pelo alborotado..

— Ya lo creo. Por suerte, vino un príncipe azul envuelto en un carísimo traje de Armani a rescatarme.

— ¿Un traje de Armani? Qué mala memoria, Señora Grey —me guiña un ojo.

Lo miro, y de repente, mis amigos, mi antigua vida, mi antigua yo... vienen a mi mente. Y me siento triste.

— Supongo que es inevitable olvidarse de algunas cosas —miro a Christian a los ojos, y en cuanto lo hago, este entiende que algo no va bien.

 De repente, alguien empieza a golpear fuertemente la puerta del baño.

— ¡Salid de ahí, tortolitos! ¡Jen, llama a seguridad! —al otro lado de la puerta, una voz femenina grita por encima de la música, en tono de cabreo .

Lo que faltaba. Nos hemos metido en un buen lío. O por lo menos, en un gran bochorno.

Cincuenta sombras renacidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora