Eran alrededor de las 12 a.m cuando me percaté de su presencia. Entre el frío de la noche, el manto de su pelo y la luz de la luna en cuarto menguante.
Me acerqué y le pregunté qué hacía afuera tan tarde y en una noche tan gélida.
Me dijo que le gustaba el frío, y que la sensación que dejaba la luz de la luna cuando atravesaba su alma, le daba el calor que requería para atestiguar la belleza de la noche.
Me dijo que su nombre era Vanessa, y de una vez pensé: Vanessa, como la mariposa Vanessa Cardui.
No tan sólo su nombre tenía en rima aquella relación. También su belleza.
Pero aquí ella planteaba un punto y aparte:
Era mucho más hermosa que aquella mariposa, de eso no cabían dudas.
Me hacía muchas preguntas en cuanto a ella, porque su belleza me generaba muchas interrogantes.
Me preguntaba si era como la mariposa, si le gustaba la calidez. Podría darle de la que tengo aunque el frío me arropara.
Me cuestionaba si le gustaba viajar, preferentemente en primavera y si no, en otoño. Porque para eso podría prestarle mis alas si le llegaran a faltar.
Tenía mis preguntas, pero al verla, algunas se contestaban por sí mismas.
Como la libertad que reflejaba, su belleza natural y sin ataduras, como la transparencia que hacía eco en sus ojos. Cosas pequeñas que no te daban lugar a generar alguna duda, su ser era poesía, poesía segura.