Lluvia

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-Vida, deberías salir... Al menos a tomar aire.

El mencionado levantó la mirada, aún tenía las manos heladas del alto entre las suyas, Sabiduría se asustó al ver su semblante tan oscuro.

-Vida, por favor...

Vida no quería soltar aquella mano, era como si se hubiera fundido con la suya.

-Vida...

-¡Está bien, maldita sea!- bufó, poniéndose de pie.

Sabiduría chocó con la pared blanca detrás de él, temblaba, se le había olvidado cómo era ver a Vida enojado... Muy enojado.
Pero notó que Vida no estaba furioso, estaba triste a más no poder.

-Lo siento, Sab- murmuró al pasar junto a él- Tú eres el menos culpable aquí, el mayor culpable soy yo.

-También soy culpable... Debí prestarte atención cuando me hablaste de su problema y no ayudé en nada- el rubio se mordió el labio inferior.

Vida suspiró y puso sus manos en sus bolsillos, avanzó hacia la puerta, miró hacia atrás sólo para ver de nuevo a un Muerte que parecía de cera.
Frío, frío, frío...

-Iré a tomar aire- Dijo al fin.

Se teletransportó.
En la tierra habían ocurrido varias cosas, primero, los médicos habían estado consternados porque los enfermos no morían; se llenaban sus cuerpos de putrefacción y aún así nada, les daban la eutanasia y nada, nada, hubo más de un loco que intentó dispararse a la cabeza sólo para notar con horror que podía coger sus sesos con las manos y seguía en pie.
Estaba en boca de todos, ¿Acaso era está la forma más horrible de inmortalidad? Encima, de repente, las personas dejaron de amar, intentaban suicidarse y no morían, las parejas rompían, los matrimonios de décadas de repente se separaban, el mundo estaba sumergido en un caos.

-El fin del mundo se acerca- clamaban todos.

La confusión era tal que no sabían si estaban vivos o muertos en realidad. Esto duró una semana.
Pero, como una bendición añorada, los cadáveres vivientes amanecieron un buen día con una sonrisa de calma y tranquilidad, ¡Muertos!

-¡Bendita sea la hora!- exclamaban todos, felices de que el sufrimiento de sus seres amados hubiese acabado al fin.

Las Macarias cumplían perfectamente el mandato improvisado por el que habían sido creadas, eran piadosas y ágiles, como eran al menos 7 limpiaron la tierra de dolientes en menos de un día. El problema de las parejas seguía vigente, pero lamentablemente ellas no podían hacer nada en ese asunto.
Sólo las Macarias podían ayudar con esto, porque los ayudantes de Muerte estaban inactivos; sin su amo que les diera órdenes, no podían hacer mucho.
Pero el desamor también duró bien poco, Amor envió a sus Cupidos a sembrar la semilla del amor y la pasión en los seres vivos otra vez, Amor se encerró en su habitación y en sí misma deseando que la luz del sol no la tocara otra vez.

El Dios verde estaba sentado en una alta cumbre, miraba fríamente la tierra, las personas llenas de alivio, confundidas pero felices; la pesadilla había acabado, pero, ¿Y él? Sus ojos eran ya traslúcidos por el estado de pura depresión en que estaba cayendo, caía rápidamente en un pozo lleno de angustia, un pozo del que no podía salir.

-¿Así es como te sentías, Muerte?- preguntó al viento- ¿Atrapado? ¿Sin salida?

El viento revoloteó su pelo azabache, como si quisiera darle algún tipo de consuelo al de ojos esmeralda.
Todo, todo le recordaba a él, se había ido hacía menos de un día y ya sentía que lo extrañaba como si se hubiese ausentado una eternidad...

-¿Recuerdas cuando te sumergí en el agua al saltar del puente?- volvió a susurrarle al viento- la cara que pusiste era tan graciosa...

Sonrió melancólicamente, recuerdos, sólo eso quedaba, cada destello de luz que pasaba a través de los árboles le recordaba a sus ambarinos ojos, cada nube le recordaba la blancura de su sonrisa, cada gota de agua del mar le recordaba las lágrimas que Muerte había derramado por él...
El mundo entero parecía querer recordarle lo insoportable de su ausencia.

Cuando La Muerte decide morir - AMOLAD (EDITANDO-ACTUALIZANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora