¿Estorbo?

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-Eres un maldito estorbo, desaparece de una buena vez- esas fueron las últimas palabras de Vanidad antes de desaparecer por la puerta principal.

Muerte suspiró, nuevamente él y Vanidad habían terminado discutiendo fuertemente en plena reunión mensual con las demás deidades, lo que comenzó como una ventisca terminó siendo un huracán categoría 5.

-No le prestes atención- susurró Amor a su lado- Ella sólo está siendo tan zorra como siempre.

El pálido Dios asintió, no sin antes dar un largo suspiro de cansancio y miró hacia un lado, intentando ignorar las miradas penetrantes de los demás, sobretodo de cierto Dios de ojos esmeraldas...

-Emm... ¿Algo más que agregar?- Preguntó Sabiduría intentando romper el pesado ambiente.

-No, creo que nada más- Médico volteó el rostro.

-Nada- Fortuna hizo un ademán, indicando que no tenía nada más que aportar. Su Ave Mala Suerte hizo lo mismo.

-Nada, por ahora- juzgó Amor.

-Nada- respondió Vida simplemente.

-Aparte de que detesto que los humanos le pongan fechas al supuesto fin del mundo, nada más- Tiempo se cruzó de brazos.

-Nada- Locura bostezó.

-N-nada...- asumió Angustia.

-Nada- Muerte estaba ansioso por la culminación de la reunión, las miradas se clavaban en él como alfileres bajo las uñas.

Finalmente, Sabiduría dijo que tampoco objetaba nada, dió la tarjeta verde para que todos pudieran retirarse, Muerte fue el primero en levantarse y se teletransportó rápidamente, tenía mucho trabajo que hacer.
Apareció en la tierra, muchos humanos y animales estaban muriendo de forma incontrolable y el Dios se apresuró a hacer su trabajo de retirar sus almas para que viajaran al más allá, él intentaba siempre llegar lo más pronto posible para que no sufrieran de más los moribundos.
Esta vez le tocó un asilo, habían personas entrando y saliendo de una habitación en específico, en una cama, con un toque de alegría estaba una anciana, la cual sobresalía por su felicidad en contraste a la tristeza que transmitían quienes la acompañaban.

-¿Deseas comer algo, mamá?- preguntó una mujer de ya madura edad, acariciando los arrugados nudillos de la anciana.- mañana llegará Tomás a recogernos, te llevaremos a casa.

-No, cielo- susurró la envejeciente, con voz cansada.- cariño, no voy a volver a casa.

Entonces, sin poder contenerse más, la señora comenzó a llorar mientras restregaba en su rostro las manos de la vieja, una adolescente que estaba sentada en una silla contemplando la escena no pudo contener las lágrimas y de sus grandes ojos negros brotaron lágrimas que pronto enrojecieron su rostro tostado por el sol, pronto ambas se encontraban llorando sobre el regazo de la anciana.

-Ve, hija mía- la anciana levantó el rostro de la mujer con su mano izquierda.- Llévate a Paola, necesito descansar, debes ser fuerte por ella.

Muerte pensó que la mujer se negaría absolutamente a dejar toda abandonada a la moribunda, pero para sorpresa de este, la mujer suspiró, tomó a la muchacha por un brazo y salió con ella al pasillo, pasando por el lado del Dios, el cual comprendió todo: ellas no lloraban lágrimas sinceras, sólo ansiaban la jugosa herencia que dejaría consigo la vieja.
Al salir ambas mujeres, la anciana se recostó en su camastro y quedó inmóvil por unos minutos, Muerte no desesperaba; ella estaba falleciendo, pronto la envejeciente lanzó un pequeño suspiro y todo terminó. Muerte entonces se acercó a ella y con un pequeño ademán separó su alma de su cuerpo con forma de Mariposa.
La Mariposa se transfiguró, tomando la forma de la ahora occisa.

Cuando La Muerte decide morir - AMOLAD (EDITANDO-ACTUALIZANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora