Cruzando la frontera

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Vida no podía ayudarlo.
Nadie da lo que no tiene, Vida no podía darle felicidad por el simple hecho de que Vida era infeliz.

Muerte llevaba noches sin poder dormir, la muerte y el sueño se parecen bastante, y, al parecer, ya el sueño no era suficiente para cubrir su cansancio.
Quería morir, lo necesitaba.
Pero algo lo había estado conteniendo: el equilibrio vital del universo, se necesitaban las dos caras de la moneda, la vida y la muerte.
Le aterraba el sufrimiento de los agonizantes, eso lo tenía atado al limbo, por así decirlo, además, ¿A dónde iría? Los dioses no tienen alma por el simple hecho de que no deberían morir.
Además, sólo había algo que podía matar a un Dios y Muerte era el único que podía conseguir eso.

Hacía su trabajo a escondidas, no quería ser visto por los demás, estaba más desgastado y sombrío por falta de descanso y ya casi no se le escuchaba hablar, además, comenzó a faltar a las reuniones mensuales para que no lo vieran en ese estado.
Ese día en la tierra, se encontraba en el desierto del Sahara, buscando a un infeliz que estaba muriendo de deshidratación.

El hombre intentaba inútilmente cubrir el sol que amenazaba con cocinarlo vivo, pero no se puede tapar el sol con un dedo, Muerte se sentó a su lado totalmente exhausto mientras esperaba el momento adecuado para llevárselo.

-Ma...- escuchó balbucear al moribundo- Mamá...

Y quedó inconsciente.
Muerte desligó su alma del plano terrenal convirtiéndolo en Mariposa de Alma, le hubiese gustado hablar con él, pero se sentía tan débil y agotado que tuvo que desistir a la idea, dejó ir a la criatura alada, Muerte se levantó abandonando el cuerpo tostado de aquél hombre víctima de Mala Suerte.

"Mamá" las últimas palabras del hombre lo dejaron en vivaz pensamiento; no era la primera vez ni la última que escucharía esa palabra de un moribundo, lo había escuchado de soldados que morían en las trincheras, de víctimas de atraco, de niños cuyos cuerpecitos los consumía alguna enfermedad, de chicos y chicas antes de suicidarse, lo había escuchado de las formas más variadas.

-Mamá- susurró, la madre, aquel ser mediante el cual Vida nos trae al mundo, aquel ser angelical que a pesar de todo lo que haga o hagamos siempre será nuestra madre.

Pero Muerte no tenía madre, por así decirlo.

Se teletransportó a su morada donde se dejó caer levemente en su lecho, durmió toda la noche de un tirón y despertó más cansado aún, como si no hubiese dormido nada, se sentía como un cascarón hueco y se dió cuenta que pronto no podría hacer su trabajo de puro agotamiento, ¿Si de todos modos ya no tenía fuerzas para trabajar, porqué no ahorrarse ese sufrimiento y irse de una maldita vez? Ese pensamiento lo llenó de energía y disposición para acabar con su sufrimiento.
Sacó su Oz sagrada, acarició la hoja afilada con los dedos, haciéndolos sangrar; leyó detenidamente la inscripción en el metal cortante:

Memento Mori

Eso significaría:

Recuerda que vas a morir.

Muerte pensó que no había forma más honrada de morir que por su propia mano, con su arma, como los antiguos samuráis que preferían quitarse la vida antes que el enemigo lo hiciera.
Y Muerte no iba a permitir que su corazón roto acabara con él.
Pero el arma por sí sola no podría matarlo, su propia arma no podía herirlo, habría que corromperla con la energía oscura por excelencia para destruir y sembrar el caos...

-La esencia de Nim- Muerte acarició nuevamente la hoja de su Oz, pensando casi con satisfacción cómo esta cortaría su cuerpo como un cuchillo caliente a la mantequilla.- Deberé ir a Nim a por un poco.

Cuando La Muerte decide morir - AMOLAD (EDITANDO-ACTUALIZANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora