Déjame morir

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La oscuridad y el frío eran casi absolutos, una profunda e impenetrable penumbra se expandía hasta donde se perdía la mirada, en esa densa tiniebla brillaba una ligera luz, Nim, el gran señor del Reino bajo la tierra sostenía su lámpara con paciencia mientras un Dios de tez pálida y ojos brillantes ambarinos estaba arrodillado frente al encapuchado, este parecía no estar sorprendido por la presencia del Dios, pero el pálido estaba agitado a más no poder por tener a Nim a escasos centímetros de él.

-Muerte- lo llamó por su nombre, haciéndolo sobresaltar.

-S-señor...- Muerte se incorporó rápidamente, en posición de recibir cualquier orden dada.

Muerte se percató de que Nim no parecía hablarle de forma normal, es como si estuviera hablándole telepáticamente de forma que su voz taladraba sus sentidos y no había forma de evitarlo.

-Sígueme- dijo simplemente para luego dar media vuelta y caminar en la dirección por la cual había venido.

Muerte, sin pensarlo mucho, lo siguió, después de todo, Nim se lo había ordenado.
Luego de al menos tres minutos andando a paso rápido, llegaron a un lugar con un árbol que tenía un tronco oscuro y rugoso, de sus ramas secas colgaban lámparas que, al igual que la que llevaba Nim en sus manos, estaba su esencia brillante que hacía funcionar las lámparas.
Nim se sentó en una raíz sobresaliente del árbol e indicó a Muerte que hiciera lo mismo, el oji ámbar obedeció y estuvieron unos segundos observando la oscuridad que era rota sólo por la luz de la esencia de Nim.

-¿Qué haces aquí?- preguntó finalmente el Dios oscuro, Muerte se sobresaltó, parecía que la propia voz de Nim estaba cargada de oscuridad.

-Y-yo... -Muerte tragó saliva- vine a...

-Buscar algo de mi esencia, ¿Verdad?

-¿Cómo... Lo supo?- Muerte ahora se sentía realmente intimidado.

-Aunque sea incómodo admitirlo, soy tu padre, la sangre se habla entre sí y siempre con la verdad, ¿Para qué quieres mi esencia, Pequeño Muerte?- ahora el tono de Nim se había suavizado.

-Yo...- las lágrimas se agrupaban en sus ojos- Yo... Sólo quiero irme, estoy harto de sentirme tan cansado...

El Dios de la Muerte comenzó a llorar, comenzó como una lágrima en su mejilla y terminó como unos sollozos tan dolorosos que desgarraban el alma, Nim lo observaba sin intervenir, lo dejó llorar a sus anchas, lo dejó desahogarse.
Muerte se abrazó a sí mismo, se sentía agotado, molido; estaba hecho pedazos física y psicológicamente, ya no le importaba nada, no había una mano amiga para ayudarlo, no había una sonrisa, no había esperanza.
El lugar donde se encontraban hacía más lúgubre la escena.

-Lo siento- Muerte se limpió el rostro enrojecido por el llanto.

-No, está bien- susurró Nim- si te dimos la capacidad de llorar fue por algo.

-Señor...

-¿Qué te hizo tomar esta decisión, Muerte?

-¡Estoy cansado!- Gritó poniéndose de pie- ¡Estoy cansado de no ser aceptado! ¡De ser odiado sin razón! ¡De no ser amado! De no ser capaz de olvidar... - algunos nuevos sollozos brotaron de su garganta.

- La historia se repite- Nim se puso de pie, colocó una de sus frías manos en el hombro derecho de Muerte, era, quizá, el primer contacto con otro cuerpo en mucho, mucho tiempo.- ¿Sabías que eres mi hijo favorito?

-¿Yo?- Muerte levantó una ceja, sorprendido, eso nunca se lo hubiera esperado.

-Sí, eso es porque te pareces mucho a mí... Quizá demasiado- La oscura mano acarició con ternura el mentón de Muerte.- También sabía que este día iba a llegar.

Cuando La Muerte decide morir - AMOLAD (EDITANDO-ACTUALIZANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora