Capítulo 7

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Sarah despertó de un sobresalto tendida en su cama con gotas de sudor frío corriendo por su frente. A su lado, el adormilado monarca se acomodaba mientras la acurrucaba y la atraía hacia sí mientras trataba de calmar el mal de la chica.

-Shh, Shh, querida -murmuraba el Rey Goblin-. Todo va a estar bien

La muchacha, sin comprender, se dejó consolar por él. Había tenido un sueño bastante inquietante, de lo poco que lograba recordar. No así, Jareth la observaba sabiendo lo que su cabeza escondía mientras dormía. Poco después de unos momentos de paz entre los dos, Sarah cayó en cuenta de que él estaba allí... en su cama... y al parecer habían dormido juntos, entonces... ¡Se había mostrado gentil y casi comprensiva con él, pero no creyó que tanto como para llevárselo a la cama! ¡¿Por qué rayos tenía que estar él... ahí.. con ella?!

Las mejillas de Sarah tomaron un color carmín mientras trataba de buscar las palabras correctas que le gritaría en la cara al condenado Rey de los Goblins, más este le puso su dedo índice en los labios para que callase.

-Gritabas -dijo-. Estuviste gritando casi toda la noche, Sarah. Lady Meredith temía que fuera algo peor.

Sarah relajó los hombros ahora que esa explicación, si bien le parecía incompleta, le tranquilizó saber que la fey estaba de por medio

-¿Vas a decirme qué fue? -inquirió poniendo su desnudada mano sobre el rostro de ella queriendo que fuera Sarah misma la que dijera su tormento, aunque él ya tenía la respuesta en la punta de la lengua.

Trató de hacer memoria de lo poco que se acordaba de haber soñado mientras cerraba los ojos. Se estaba dando por vencida hasta que su padre apareció en medio de sus pensamientos.

-Papá... -fue lo único que soltó antes de que su voz fuera cortada por un sollozo que lenta y tristemente se convertiría en llanto antes de que Jareth la atrapara en sus brazos, y mientras la chica se abrazaba fuertemente a él, temiendo de algo que creía que le haría daño en cualquier momento, Jareth generó en su mano un perfecto orbe de cristal que se deshizo al rozar la faz de la joven, dejándola adormilada para que, finalmente, flotando en medio de las profundidades de su Mar de los Sueños, Mar en el cual el monarca a su lado la protegía a capa y espada de cualquiera que se atreviera en invadir la conciencia de su prometida, Sarah otra vez se había quedado dormida.

No; puede que Sarah accediera a casarse con él solo porque se lo había ordenado, pero en realidad ella no estaba dispuesta a casarse por voluntad propia con él, al menos por ahora.

Jareth observó a la joven mujer entre sus brazos: era la cosa más hermosa que había visto en su larga e infinita vida, una hermosa joya que había sacado de en medio de las garras de monstruos y calamidades más atroces que sus propios Goblins y su Laberinto. Suspiró agotado mientras trataba de dormir con su barbilla apoyada sobre la cabellera azabache.

Aquella noche llegó a repetirse en varias ocasiones durante esa misma semana. Sus gritos eran temerosos y de pesadillas mientras el monarca apenas y podía pegar un ojo sin antes escuchar a la joven en la recamara de al lado gritar. Lady Meredith tuvo que acomodar una mesa de noche en donde siempre estaba puesto el té para no tener que salir corriendo a la cocina en plena oscuridad. Jareth descansaba con la puerta abierta y solo dormía al lado de Sarah cuando ella se lo pedía o él lo veía necesario, y en el poco tiempo libre que le quedaba durante las noches, sostenía en sus manos un cristal cuya imagen se había centrado en una persona en especifica desde hacía varios días.

Allí estaba Robert, sosteniendo entre sus manos la botella de la cual ya había perdido la cuenta del total que había consumido. Tal vez se había inmutado de la "desaparición" de su hija, o tal vez no, y Jareth creía que en cualquiera de los dos casos al padre de Sarah le importaba una nada, con tal de que la fuente de ingresos de ella llegará dentro de los quince días habituales, todo estaba casi bien para él. No así, Jareth sabía que aquellas míseras ganancias dejarían de lloverle a Robert de un día para otro, y también sabía que se aproximaba en su futuro un encuentro que sería más que inevitable, y del cual dependían asuntos importantes sobre este mismo. Echó un último vistazo al orbe, donde la imagen del hombre alcoholizado había comenzado a repugnar al monarca, antes de lanzarlo suavemente al aire y que este despareciera como un suspiro. Observó la hora en el reloj de su habitación y desde su puerta abierta pudo ver la sombra de la fey acercarse a la habitación de Sarah, quien desde su cuarto no había salido ningún ruido en toda la noche.

El Poder Sobre MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora