Capítulo 9

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El clérigo sentía la compulsiva tentación de golpear al Rey Goblin en la cabeza con su bastón de madera, pero pronto recordaba que ese hombre era capaz de mandarlo a coronar "Princesa del Hedor Eterno" en un chasquido de dedos, y entonces la idea se le esfumaba de la mente.

Los Goblins que torpemente se paseaban por el altar por detrás del anciano hacían una divertida demostración para Sarah, quien apretaba los labios en un intento de no reír. Jareth la miraba divertido sobre su hombro mientras el pobre viejo trataba de hacer que ambos le pusieran total atención. ¡¿Cómo se atrevían a ignorarle el día antes de la boda?!

Luego de un rato, el monarca salió del lugar acompañado de su prometida, pero esto ocurrió solo después de que ambos pudieran decir su juramento y sus votos sin que hubiera una risa o un Goblin bailando de por medio. Durante el regreso al castillo, Jareth le mencionó que él había ordenado a los Goblins que sacaran de sus casillas al clérigo, solo por diversión del monarca y de ella. Rieron tontamente recordando a los Goblins paseándose por doquier y estando a punto de romper cosas de mucho valor mientras el viejo parecía querer arrancarse las canas de su escasa cabellera.

Por la tarde, cuando Sarah, Lady Meredith y la Goblin modista se encontraban trabajando en los últimos detalles del vestido de la humana, Mirra apareció tocando la puerta de la fey.

-Su Alteza, El Rey Goblin desea verla –dijo el pequeñín controlando su tartamudez frente a la Marquesa. Esta salió de la habitación excusándose con Sarah y mencionando que regresaría en el menor tiempo posible.

-¡Solo a ti se te ocurre interrumpirme cuando hay tanto por hacer! –chilló Meredith cuando entró al despacho de Jareth.

-Necesitaba hablar contigo –dijo viéndole.

-Es justo lo que estás haciendo, ¿No?

El monarca rodó los ojos con falso fastidio mientras le indicaba a la fey que podía tomar asiento y apoyó sus manos en sus labios con seriedad.

-El padre de Sarah va a presentarse en la boda –soltó. La fey tardó en reaccionar y abrió los ojos tanto como pudo. Tenía dos teorías a este momento, o había algo en sus oídos que no le permitiera escuchar bien lo que Jareth había dicho, o había escuchado perfectamente que el padre de Sarah iba a presentarse en la boda.

-¿Qué?

-Lo decidí anoche, cuando lo estaba viendo por un cristal –explico Jareth-. Nada de esto puede seguir así. Anoche Sarah durmió bien gracias al pastel que le di, pero no puedo hechizarla para que duerma todas las noches. No sería justo.

-¿Justo para quien, Jareth? –Meredith alzó la voz.

-Justo para ella.

-¿En qué sentido?

-¡En el sentido en que sanará! –exclamó-, ¿No lo entiendes? ¡Tiene que hacerle frente al otro lado del Laberinto! Hace cuatro años ella llegó al centro de este, ahora tiene que salir de él. Su desafío era yo, ahora lo es su propio padre. Terminar el laberinto e ir en paz, es lo que sigue.

-¿Lanzándola a la boca del lobo? –seguía con esa mirada incrédula por el monarca y sus palabras-, ¿Cómo lo piensas hacer?

-Solo será posible si su padre tiene la suficiente voluntad que ella tuvo aquella vez –respondió el Rey Goblin.

Meredith trató de encontrar sentido a todo aquello. ¡Sabía que Jareth estaba loco, pero no desquiciado! Cuando finalmente entró en razón, sus ojos se iluminaron con horror.

-Él va a correr el Laberinto –murmuró la fey.

Jareth afirmó con la cabeza y llevó sus manos a los extremos de su escritorio para pensar.

El Poder Sobre MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora