Capítulo 15: IMPACIENCIA (Parte 2)

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Germán se inclinó sobre Paz y le dio la vuelta, no sin cierta brusquedad en sus movimientos, poniéndola bocabajo. Paz se sintió extraña.

¿Qué iba a hacer?

–¿Qué haces? –quiso saber.

Él no habló. Sus firmes manos separaron los muslos de ella, exponiendo ante sus ojos una vulva rosada e hinchada por la que se destilaba un reguero espumoso de semen varonil.

–¿Qué haces? –insistió.

Silencio.

Entonces, sin decir palabra, Germán se abatió sobre ella, agarrándola con fuerza de las muñecas mientras le mordía el hombro con delicadeza. Paz sintió su peso sobre la espalda un instante antes de que la volviera a penetrar.

Abrió la boca y los ojos desmesuradamente. No podía dar crédito a aquello.

–¿Pero tú no necesitas descansar? –se sorprendió.

El bálano se hundió completamente entre los pliegues de su vulva, llegando hasta el fondo de su ser. Nuevas sensaciones comenzaron a cosquillear su cuerpo, haciendo que numerosos escalofríos de placer la sacudieran. Puso los ojos en blanco. Su clítoris se convirtió en un proyectil de carne trémula cuando sintió sobre él el roce de la piel del escroto, apretando los testículos con fuerza sobre ella, como si apurara la penetración, en un intento por traspasarle en su espeto del placer.

–¡No puede ser...! –balbució, sorprendida.

Su mente iba a la deriva, como una cáscara de nuez en una tormenta.

"¿Pero es que este bicho no necesita descansar?", se preguntó, mientras resonaba a sus espaldas un palmoteo constante, monocorde, de las embestidas del hombre sobre su culo.

La verga entraba y salía de su cuerpo con fuerza e intensidad, aunque el dolor de la fricción inicial ya había pasado. Sus hinchados labios vaginales ya se encontraban en la fase indolora del coito, mientras el plap-plap-plap era como un coro de palmas que les animaba e incitaba a continuar y a redoblar sus esfuerzos.

Paz comenzó a arquear la espalda y a agitarse de arriba abajo, de atrás adelante, intensificando el palmoteo, y la intensidad de las embestidas del pitbull, cuyo miembro la penetraba cada vez más profundamente. La caricia de los testículos sobre el glande del clítoris la iba estimulando cada vez más y más, haciéndole perder la cabeza, que sus sentidos dejasen de funcionar como una brújula en un campo magnético.

Pronto se dio cuenta de que no veía, aunque notaba que sus párpados abanicaban sus ojos, tratando de evacuar el agua que se derramaba sobre ellos. Supo que los había vuelto hacia atrás, víctima de su intenso placer.

Carraspeó, atragantada por el vapor de agua y las salpicaduras de agua que se le colaban en la boca por los labios entreabiertos, haciendo que su cadera se agitara de una manera descoordinada en varias direcciones, describiendo círculos sobre el eje del falo de Germán, aumentando en varios grados la dosis de placer que la estremecía.

–¡Oh, Dios! –Germán gritaba con voz ronca–. ¡Qué bueno, joder! ¡Qué bueno es estar dentro de ti, Paz! ¡Si lo supieras...!

"Que si lo sé", pensó ella, incapaz de articular palabra alguna.

La agarró con fuerza por los brazos haciendo que se arquease hacia atrás.

Paz emitió un gemido de queja por lo brusco del movimiento y también porque el miembro la había empalado aún más profundamente, inyectándole una nueva dosis de placer entre sus labios vaginales.

CAMINANDO CON FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora