Recordad que al salir de la escuela no habéis sido educados suficientemente para convertiros en hombres. Lo que principalmente se os ha enseñado es cómo aprender. Si vosotros deseáis tener éxito deberéis terminar vuestra educación por vosotros mismos. Yo sugiero que hagáis esto con tres directivas principales:
Cuando salí de la escuela, me encontré como si estuviera en un cuarto oscuro, y la educación que yo había recibido fuera un fósforo encendido que sólo servía para mostrarme cuán oscuro era el cuarto en que me encontraba; pero también que ahí había una vela que yo podía encender con aquel fósforo.
Aquel era sólo un cuarto de los muchos que tiene este mundo. Está bien ver lo que hay en los otros cuartos, es decir, en otras de las fases de la vida, en centros cercanos o en otros países y ver cómo viven en ellos las gentes.
Tal vez descubriréis que aún cuando vuestro cuarto parece oscuro y triste, hay manera de dejar entrar en él algo más de sol y mejores
perspectivas si deseáis hacer uso de ellas. Pero al tratar de hacer de vuestra vida un éxito, estaréis haciendo algo más grande que conseguir vuestra propia felicidad: estaréis haciendo algo por vuestra nación.
Os parecerá raro y extraño que una persona sola y que comparativamente no es más grande que un insecto, pueda ayudar a la nación.
Pero de todos modos esto es cierto.
Dios hizo a los hombres, hombres.
Por otra parte la civilización con la vida de la ciudad, los ómnibus, las tuberías de agua caliente y fría y todo preparado de antemano, tiende a hacer de los hombres seres débiles.
He aquí lo que tratamos de evitar. Habréis oído con frecuencia. decir que la educación de la escuela pública que los jóvenes ricos obtienen, no sirve. Esa educación es buena, pero no tanto por lo que se aprende en las aulas, sino por lo que se aprende en el patio de recreo y fuera de la escuela. Allí el muchacho aprende a jugar limpio, a ser verdadero deportista y que sus tratos sean rectos; a tener un verdadero sentido del honor, pues todo esto lo requieren de él sus camaradas. Allí adquiere disciplina.
En la antigüedad, los espartanos sometían a sus muchachos a un sistema vigoroso de adiestramiento y resistencia antes de que pudieran considerarse hombres, y así lo hacen todavía muchas tribus salvajes.
En el África Central, en las islas del Mar del Sur, entre los aborígenes de Australia, todavía se ve esto en todo su apogeo. Yo lo he visto entre los "Zulúes", los Swazis y los Matabeles donde el adiestramiento se hace de la siguiente manera: Se envía a un muchacho, cuando llega a la edad de la virilidad, solo a un bosque para que ahí demuestre que ya es hombre.
Se le pinta de blanco con una sal de bismuto que no puede ser lavada y que dura varias semanas antes de desaparecer.
Se le da un "assegai" o lanza pequeña como única arma, soltándosele solo para que se baste a sí mismo.
Tiene que seguir, acechar y matar animales para proporcionarse alimento y vestido; tiene que prender su propio fuego frotando dos palos hasta sacar chispas, y conservarse oculto, pues las reglas exigen que, si es visto por otro hombre mientras está pintado de blanco, éste puede matarlo.
Pues bien, un muchacho que sale de esta prueba con vida y vuelve a su tribu, es aclamado por haber demostrado que ya no es un niño y que merece el título de hombre.
Desgraciadamente el joven común y corriente de los países civilizados no queda sujeto a esta clase de pruebas.
Imperiosamente necesitamos de un adiestramiento semejante para nuestros muchachos si hemos de conservar en ellos la dignidad de la raza y no se convierta nuestra nación en un grupo de personas débiles, descuacharrangadas que no hacen otra cosa que chupar cigarrillos.
Por esto yo digo que si vosotros os preparáis para el éxito como lo sugiero en estas páginas no solamente os estaríais haciendo un bien a vosotros mismos, sino que también estaríais haciendo un bien a vuestro país. "Tú serás un hombre, hijo mío", y así estarás formando a otros dando un hombre más a la nación.
Y lo que es más, con vuestro ejemplo difundido por todas partes, otros también se harán hombres.
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Roverismo Hacia el Éxito
Non-FictionUn libro del Deporte de la Vida, para Jóvenes Por Baden-Powell