Capítulo 8. La puerta secreta

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María miró a su madre esperando a que esta le diese una respuesta.

—Cariño, está claro que yo no quiero que te sigas adentrando en este peligroso mundo, pero me he dado cuenta de que yo no puedo tomar las decisiones por ti. Yo he vivido mi vida como he querido y no me arrepiento. Ahora es el momento de que tú tomes tus propias decisiones.

María abrazó a su madre, jamás se hubiese esperado esa respuesta.

—Voy a hacer la maleta.

—Ya la tienes hecha, está en la puerta —dijo Nicole.

—¿Cómo sabías que iría?

Ella simplemente se encogió de hombros.

—Cuídate mucho, y ten cuidado con la gente. Y no tomes nada raro, ¡tú todo lo que te ofrezcan dí que no!

—¡Mamá! —se quejó María.

¿Por qué siempre la hacía quedar en ridículo?

—Está bien... —se resignó—. Ah, ¡y no te separes del grupo!

María se giró de nuevo hacia su madre que la miraba con una mezcla de orgullo y preocupación.

Los cuatro jóvenes salieron por la puerta rumbo de Barnor.

—¿Y dónde está esa ciudad? ¿Cómo se llega? —preguntó emocionada María.

—A través de una puerta secreta escondida en la Biblioteca Nacional de Chile —dijo Nicole.

María no cabía en su asombro. ¡Había un pasadizo secreto en su ciudad! Todas las veces que ella había estado ahí y ahora se enteraba de que tan solo era una tapadera, ¡era increíble!

Una vez dentro de la biblioteca María esperaba impaciente que le dijesen dónde estaba escondida la puerta. Se sentía como en una película. Los tres Domadores miraron hacia todos los lados para asegurarse de que no había nadie observándolos, tiraron de María hacia una esquina y le señalaron un libro.

—Ese es la puerta. Una vez tiras del libro el suelo se abrirá y caerás a Barnor —le explicó Nathaniel.

—La primera vez marea un poco, pero no te preocupes —le dijo Nicole empujándola hacia el libro.

María se colocó frente al libro, levantó su mano, lo agarró, cerró los ojos y tiró.

¡Que decepción! No había sentido nada, y de hecho seguía teniendo el libro en la mano... ¿Tardaría un rato en funcionar? Quizás al ser su primera vez no lo había hecho bien.

Las risas de sus tres amigos la sacaron de sus pensamientos. Abrió los ojos, estaba exactamente en el mismo lugar, y Nicky, Nathaniel y Bruno se encontraban por los suelos a plena carcajada.

—Shhh —se escuchó la voz de una de las bibliotecarias.

Los chicos trataron de contenerse, pero era imposible. Aún no se creían que María se hubiese tragado lo de la entrada secreta.

La joven Ignis los miró algo molesta. Que graciosos...

—Y ahora ya me decís cómo entrar a la ciudad.

—María, es una ciudad, no se entra por un pasadizo secreto, se viaja hasta ella como con cualquier otra cuidad —explicó Bruno aún por los suelos de la risa.

¡Pues vaya! Tanta magia e iban a viajar en avión...

—Bueno, pues vayamos cuanto antes al aeropuerto que con la hora que es o nos damos prisa o no cogemos vuelo hasta mañana —comentó María algo molesta por la broma.

—¿Y quién ha dicho que vayamos a ir en avión? —preguntó Bruno divertido.

—¿Y cómo si no? —respondió ella.

—Shhhh —se volvió a escuchar.

—Mejor salgamos y lo hablamos fuera —opinó Nicole mientras los arrastraba hacia la calle.

—¿Y bien? —preguntó María una vez fuera—. Y no quiero más bromitas de este estilo —se quejó mientras el resto seguía riendo.

—No te enfades, ha sido muy divertido —se excusó Nicky.

Había sido una bromita inocente, además no creía que ella fuese a creerse algo así. Esas cosas solo pasaban en los libros, las series y las películas.

Caminaron hasta un pequeño callejón que se encontraba desolado. No era de extrañar, estaba oscuro, sucio y olía bastante mal. María los miró disgustada, ¿en serio? ¿Iban a seguir con las bromas? Una vale, pero dos ya cansaban...

—Apártate —le dijo Nathaniel con voz seca.

María no se movió, no les iba a dar el gusto de que volviesen a reírse de ella.

—¡Que te muevas! —le ordenó.

Esta vez sí que lo hizo, pero porque Nathaniel le inspiraba algo de terror.

La conexión del cuello del Domador comenzó a brillar y un majestuoso grifo apareció en el lugar.

La criatura se giró hacia Nate, no le gustaba nada ese espacio. Los grifos eran muy señoriales y algo tan sucio no era para ellos. Nate se rió y lo acarició suavemente.

Nicole se quedó mirándolo sin parpadear, era realmente hermoso.

—Nate —le llamó Bruno.

Sin que él dijese nada el grifo no permitiría que se subiesen a él.

—Adelante —dijo mientras él se montaba el primero.

El grifo se tumbó en el suelo. Nate estiró el brazo y ayudó a Nicole a que se subiese y se colocase detrás de él. Bruno y María hicieron lo mismo. Estaban algo apretados, pero era la forma más rápida de llegar.

—¿Y las maletas? —preguntó María preocupada al ver que se quedaban en tierra.

—Tranquila —respondió Bruno creando una corriente de aire—. Yo me encargo.

—Muy bien, agarraos fuerte —avisó Nathaniel y el grifo comenzó a batir sus alas de forma rápida y fuerte.

En unas horas estarían en Barnor.

—¿Sabes algo de tu hermana? —le preguntó Nicole preocupada a Nathaniel.

Las palabras de Óscar la habían dejado intranquila. Para que él la hubiese llamado por eso algo grave tenía que estar pasando. Estaba claro que la traición de Beatriz la había destrozado por completo.

Clo daba la apariencia de ser fuerte y segura de sí misma, y no solo por su físico espectacular, sino por su forma de actuar y de relacionarse con el resto, pero en realidad era una persona muy sensible que utilizaba una gruesa coraza para protegerse.

—No debí dejarla sola —respondió Nate.

—No es tu culpa, ya la conoces...

Nicole se abrazó a la espalda de Nathaniel y cerró los ojos.

—Tranquilo, en cuanto lleguemos vamos a por ella —añadió para tratar de tranquilizarlo.

El resto del viaje transcurrió en silencio, todos estaban agotados.

La leyenda de los Ignis | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora