Capítulo 18. Una relación complicada

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Nathaniel estaba en silencio meditando las palabras de María, ¿acaso tendría razón? No, no podía ser.

La joven no aguantaba más ese silencio. No sabía si el chico se había enfadado o si simplemente la estaba ignorando como de costumbre.

—Piensa esto, ¿a Bruno le importa lo que piense Nicky de nosotros? No, no le ha pedido permiso para estar conmigo —dijo orgullosa.

Nate comenzó a reír como nunca antes lo había hecho. Sin duda la chica tenía un gran sentido del humor, o simplemente era demasiado ingenua.

—¿De verdad piensas eso? —preguntó tratando de frenar sus carcajadas—. Por dios, si estáis juntos es porque a Nicky le caes bien, si ella se opusiese Bruno ni siquiera te dirigiría la palabra.

María frunció el ceño, no terminaba de creerse que eso fuese así.

—Mira, no quiero romper tus ilusiones, pero esos dos tienen una relación rara y complicada —le explicó—. Bruno jamás te pondrá por encima de su hermana créeme. Si ella no aceptase lo vuestro para él ni siquiera existirías —sentenció.

Esas palabras hirieron en lo más profundo a María. Esta vez sí que se creyó a Nate, sobre todo porque su cara no expresaba burla alguna, sino que en ese momento pudo divisar comprensión y quizás cierto resignamiento.

Ella no entendía la relación que tenían esos dos. Sí, eran hermanos y se querían mucho, pero meterse tanto en la vida del otro no podía ser sano. No podían vivir sus vidas conforme el otro quisiese, tenían que aprender a ser más independientes.

—Pero tú a Bruno le caes bien, eres su mejor amigo —insistió ella sin terminar de entender cuál era exactamente el problema.

—No lo entiendes —Hizo una pausa—. Bruno no permite que nadie se acerque a Nicky. No es que se base en si esa persona le cae bien o no, es que nadie puede acercarse a ella —dijo remarcando el "nadie" —. Ha sido así desde niños —añadió.

María comenzaba a entender el que hubiese tanto secretismo con esa relación, o lo que fuese que tuviesen. Y por primera vez no quiso insistir más, para una vez que él se abría no quería incomodarlo.

Claudia y Nicole aparecieron abrazadas en el cuarto de estar.

—Espero que no la hayas asustado mucho —bromeó Nicky mirando a Nate, aunque en el fondo lo decía en serio.

Había pasado un poco de miedo dejando a María ahí con él. Conociéndole no habría sido nada agradable.

—¿Ahora la abrazas? —preguntó Nate a su hermana algo asqueado.

—¡Ya basta! —respondió Nicky algo molesta.

Estaba cansada de que él siguiese con el tema. Claudia se había disculpado y le había explicado todo. Era suficiente para ella, y él lo tenía que aceptar.

—Vamos al juicio —respondió Nate simplemente.

Nicole podía perdonar lo que había pasado, pero él no olvidaba que su hermana había hablado mal y empujado a Nicky, y eso no lo perdonaba.

Todos comenzaron a caminar hasta el Palacio de Justicia donde se celebraría el primero de los juicios contra los repudiados. Estaban nerviosos, sobre todo María. Ella nunca había asistido a uno.

Entraron a la sala número 2 del juzgado. Era gigantesca. Todo era de madera a excepción de pequeños detalles que parecían grabados en oro.

—¿Y las sillas? —preguntó María algo contrariada.

Tanto lujo y elegancia ¿y los iban a tener de pie todo el rato? Esta gente no era nada práctica, todo apariencias...

Nicole señaló al techo y la joven Ignis se dio cuenta de que estaban flotando en diferentes partes.

—Están divididas por razas —explicó Clo mientras una de las sillas bajaba.

Para su sorpresa se trataba de una silla hecha con diamantes, ¿pero qué narices?

Al ver su cara Nicole se dispuso a explicarle.

—Los Naturas tienen sillas de madera, los Ventus de cristal, los Aqua de marfil y los Domadores de diamantes.

—¿Y los Ignis?

—Hace años que no hay ninguno —respondió encogiéndose de hombros.

Claudia se sentó y la silla volvió a elevarse.

—¿Y dónde me voy a sentar yo? —preguntó María preocupada.

—Tú no te sientas —dijo Nate encogiéndose de hombros.

—¿Qué?

—Es el juicio del repudiado que nos atacó en el bosque. Nosotros somos testigos y por tanto no podemos presenciar el juicio. Si lo hiciésemos nuestras respuestas podrían verse condicionadas por lo que hemos visto y escuchado—se apresuró a explicar Nicole—. Vamos, debemos ir ya a la sala.

Un hombre de aspecto sobrio y elegante custodiaba la puerta. Les pidió su identificación de forma seca.

—Muy bien, señorita Jaquinot esperé en la sala 1, señor Calonge en la sala 5 y señorita Bergasa en la 7.

María los miró aterrorizada, ¿los iban a separar? ¿La iban a dejar sola en ese sitio?

—Tranquila, todo irá bien. Nos vemos después —dijo Nicole agarrando fuerte su mano para tratar de tranquilizar a la pobre chica.

María caminó insegura hasta la diminuta y blanca habitación. En ella no había ni un solo objeto, estaba completamente desierta. La espera se le estaba haciendo eterna, pero por otra parte el pavor a lo que venía después hacía que no quisiese que acabase.

—Señorita Bergasa, es su turno —escuchó una voz mientras se abría una puerta en medio de la pared. 

¿Y esa puerta? ¿Había estado ahí todo el rato? No recordaba haberla visto... Bueno, no era el momento de romperse la cabeza pensando en estúpidas puertas, ahora le iba a tocar declarar frente a todas las personas importantes de Barnor. Seguramente estaría la directora, el padre de Bruno, la terrible y aterradora madre de Claudia y Nathaniel... No se sentía preparada para eso, tenía que haberse quedado en casa. ¿Por qué su madre no había insistido esa vez? ¿Por qué la había dejado marchar? ¡Tenía que haberla obligado a quedarse allí con ella y su padre! Sí, eso era lo que hubiese hecho cualquier madre responsable...

Bueno, ya no importaba, estaba ahí y le tocaba responder las preguntas de los abogados, o lo que fuese que tuviesen ahí...

Entró y se sentó en medio de la sala. Todos comenzaron a cuchichear. Desde donde se encontraba podía escuchar perfectamente cómo todos hablaban de la "anormalidad"... Había llegado el momento. Respiró hondo y se preparó para lo que venía.

La leyenda de los Ignis | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora