Claudia estaba asqueada y decepcionada consigo misma. Había dejado que Bea le ganase. Había entrado en su juego y claramente ella había perdido. Tanto tiempo y esfuerzo invertido para nada. ¿Qué le estaba pasando? Ella no era así. Nadie podía con Claudia Calonge, y sin embargo allí se encontraba de camino a su casa rogando por que lloviese y así no se notasen sus lágrimas.
Llevaba días sin dormir pensando en qué le iba a preguntar a Bea, en cómo debía reaccionar, en qué le iba a echar en cara, pero al verla solo había sentido una punzada en su estómago que le había provocado el mayor dolor y la mayor cobardía del mundo.
¿Por qué se sentía tan culpable si ella no había hecho nada malo? Sabía que había actuado conforme a la ley. No permitir que Bea se escapase y entregarla a las autoridades había sido lo correcto, estaba segura de eso, pero ahora que el juicio se acercaba y sabía cuál sería el veredicto sentía tanto miedo de perderla. Bueno, perderla ya la había perdido. La joven Natura con la que se había encontrado con encarcelada poco tenía que ver con ese ser dulce y amable del que ella se enamoró, pero al menos aún seguía con vida. El castigo por alta traición era una muerte horrible y si la condenaban ella se sentiría culpable de su muerte todo lo que le quedase de vida.
¿Qué debía hacer? No podía mentir en el juicio para ayudarla si no hablaba con Nicole y ella hacía lo mismo. Además Bea tampoco se lo merecía, por su culpa un chico inocente había muerto. Ella misma podía haber muerto si los Domadores no hubiesen aparecido... Se quedó un instante parada. Mentir no iba a servir para nada, tan solo para meterla en un buen lío porque, aunque ella lo hiciese, sabía que su hermano y sus amigos jamás accederían a eso. ¿Y es que acaso ella se atrevería a pedírselo? No, no podía rogarles eso. No se sentía capaz de algo tan miserable tan solo para acallar su conciencia... Hacía unos instantes había estado dispuesta, pero pensándolo en frío sabía que no podía.
Metió la llave en la cerradura y empujó la puerta. Hacía días que no iba a su casa y descansar un rato le vendría bien para aclarar sus ideas. Dio un paso para entrar, pero la puerta se cerró golpeándola fuertemente. Clo se llevó la mano a la frente a causa del dolor, ¿pero qué narices?
—¡Ay, joder! Nate, ¿eres tú? ¿Estás mal de la cabeza o qué? —exclamó furiosa mientras volvía a abrir la puerta.
Había tenido un día como para andarse ahora con jueguecitos... ¿De qué iba su hermano? Menudo golpe que se había llevado por su gracia.
Entró y vio a Nicole y Nathaniel sentados en el sofá. Los miró algo cansada, así que se trataba de eso.
—Nicky, tienes la camiseta del revés —dijo desganada.
Nicole se sonrojó a no poder más y se miró la blusa, pero estaba perfectamente colocada. Abrió la boca para decir algo, pero no tenía ningún sentido, Claudia había probado su teoría.
—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Nathaniel serio avanzando hacia su hermana.
—Desde siempre —sentenció—. En serio, a veces me ofendía que pensaseis que era tan tonta como para no darme cuenta.
—Clo —se disculpó Nicky.
—Ni lo intentes —la calló—. Llevo un día suficientemente malo como para andarme metiendo en vuestros jueguecitos. Me da igual lo que hagáis, solo os pido una cosa, que no me salpique a mí —añadió algo molesta.
Nate la miró serio. No le estaba gustando nada el tono con el que su hermana se estaba dirigiendo a ellos. ¿Es que acaso él le había dicho algo por lo de Bea? No, y eso que ella era una traidora, así que ella no tenía ningún derecho a inmiscuirse en su relación, o lo que fuese que Nicky y él tuviesen.
—Clo cuida tus palabras.
Nicky se levantó y agarró a Nate del brazo para tranquilizarlo. En parte su amiga tenía razón.
—No, cuida tú lo que haces —le advirtió Claudia a su hermano—. Oh, venga ya. ¿Acaso crees que Bruno no se va a enterar? ¿Y qué va a pasar cuándo se entere de que su mejor amigo y su hermanita del alma están juntos?
—¡Basta! —exclamó Nathaniel.
Su hermana se estaba pasando.
—Yo te voy a decir qué va a pasar. Todo se va a ir a la mierda cuando se entere de que el único que no lo sabe es él, y puede que a ella se lo perdone, pero a mí y a ti no —sentenció furiosa.
Nicole la miró perpleja, ¿desde cuándo era así con ella? Claudia era cruel con todos sí, estaba en su naturaleza, pero con ella no. Clo y ella siempre habían sido como uña y carne, se protegían en todo. Siempre estaban la una para la otra, jamás se echaban nada en cara.
Nicole se acercó para tratar de razonar con ella, pero Clo la empujó provocando que Nicky, al no esperárselo, cayese al suelo.
—¡No me toques! —exclamó Claudia.
—¿Qué coño haces? ¿Estás loca? —le increpó Nathaniel fuera de sus casillas.
Las venas del cuello de Nate se estaban comenzando a inflamar. ¿Cómo se había atrevido su hermana a tirar a Nicky al suelo? Apretó el puño con fuerza lleno de furia.
Nicole se levantó a toda prisa y lo agarró fuerte para evitar que las cosas fueran a peor. Conocía lo suficiente a esos dos como para saber que si no los paraba ninguno saldría bien parado.
—¡Ya basta! No sé qué te pasa, pero no es el momento Clo—dijo Nicky—. Me voy a casa y mañana hablaremos todos más tranquilos —añadió mirándolos seria.
Claudia los miró con aires de suficiencia, giró sobre sus talones y se dirigió a su cuarto. Nathaniel no pensaba dejarla ir así como así después de lo que había hecho, así que se dispuso a seguirla colérico, pero Nicky lo sujetó.
—Nate, ya, prométemelo —le pidió acariciando su rostro.
El joven aún tenía la mandíbula y todos los músculos contraídos a causa de lo que acababa de ocurrir. Tomó aire, lo soltó, fue a decir algo, pero finalmente decidió hacerle caso y se fue cabreado a su habitación. Nicky comenzó a avanzar hacia su casa, sí que había sido un buen recibimiento.
Sabía que Clo debía estar afectada por lo de Bea, sus ojeras evidenciaban que no había dormido en días, y por tanto era normal que estuviese irascible, pero aún así, ella era como su hermana. Eran amigas desde niñas y le dolía que la hubiese tratado con tanto desprecio. Era cierto que debió confiarle su secreto y no tratar de ocultárselo, pero aún así...
Siguió caminando hacia su casa. Tan solo quería irse a dormir, mañana ya tendrían tiempo suficiente de arreglar las cosas y de averiguar cómo estaba realmente su amiga.
Fue a meter la llave en la cerradura, pero entonces recordó lo que les acababa de ocurrir a Nate y a ella y decidió llamar por si acaso.
—¿Puedo pasar?
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La leyenda de los Ignis | #2 |
FantasiaLa pelea entre los repudiados y los Domadores dejó el internado completamente destrozado provocando que los alumnos tuviesen que volver a sus casas y volver a sus vidas cotidianas. Sin embargo la aventura no ha terminado todavía. María, Bruno, Nico...