La directora miraba preocupada a sus alumnos. No quería que volviesen a pasar por lo de la última vez en el internado. Se sentía tan impotente... ¿Cómo era posible que eso siguiese pasando con total impunidad?
—Ahora todos iremos hasta el lago en silencio. Después nos dividiremos en dos grupos de cuatro. Cuatro vendréis conmigo y mi dragón y los otros tres con el señorito Calonge y su grifo —explicó.
Todos salieron por la puerta y avanzaron de forma cautelosa, no querían llamar demasiado la atención. Antes de cada cruce los adultos se aseguraban de que nadie los estuviese observando o siguiendo, a María le recordaba mucho a esas películas que solía ver los fines de semana en casa con sus padres después de comer.
Ya no quedaba mucho para llegar al punto que conectaba Andorra con Barnor, sin embargo, de un momento a otro Claudia decidió no proseguir. Todos la miraron extrañados, no era un buen momento para detenerse.
—¿Qué haces? —preguntó su hermano contrariado.
No tenían tiempo para esas tonterías, debían seguir avanzando.
—No puedo dejarla aquí. Está sola Nate —trató de explicarle ella.
—¿En serio? Clo, Bea es una traidora, lo sabes. No se merece tu lealtad —respondió para tratar de convencerla, pero conocía demasiado bien a su hermana como para saber que hacerla cambiar de opinión no sería una tarea fácil.
—Lo sé, pero no puedo...
Angélica se giró furiosa hacia su hija, estaba harta de las escenitas de esta. Esa niña tan solo quería ser el centro de atención, como siempre. ¿Por qué le había tocado a ella una hija así?
—¡Basta de tonterías! —explotó—. ¿Es que no puedes comportarte por una vez en tu vida? ¿Por qué siempre tienes que resultar una vergüenza? —preguntó con todo su desprecio—. Eres una niñata egoísta y caprichosa. Nunca llegarás a ser una verdadera Domadora —sentenció.
Todos se quedaron en silencio tras las duras y crueles palabras de la señora Vargas. No sabían muy bien qué decir. Javier Jaquinot miró a Angélica y negó con la cabeza, no podía seguir tratando así a su hija. En algún momento se arrepentiría y seguramente sería ya tarde.
María se giró hacia Claudia y vio como unas pequeñas lágrimas comenzaban a deslizarse por el rostro de la joven aunque esta parpadease para tratar de impedirlo. Se quedó observándola, sentía pena por ella. Esa no era la Claudia segura de sí misma a la que ella temía. Poco tenía que ver con la chica que había hecho "esa dedicatoria" en el discurso durante el primer día en el Morsteen. ¿Cómo podía ser una madre así con su hija? No lograba entenderlo...
—Mamá... —dijo Clo con la voz completamente rota.
—No me llames así, eres una deshonra para mí —espetó Angélica.
—¡Basta!
La voz de Nathaniel sonaba seria y contenida a la vez. Estaba harto de esa situación.
—¿Cómo te atreves? ¿Quién te crees para hablarle así? —preguntó molesto—. Tienes razón el algo madre, ella no puede llamarte así porque nunca te has comportado como tal, y si hay alguien que debería sentir vergüenza eres tú —Hizo una pausa—. Y ahora vayámonos de Barnor, y no te atrevas a volver a dirigirte a mi hermana de ese modo —sentenció.
Por primera vez alguien había dejado sin palabras a Angélica Vargas. Todos se quedaron con la boca abierta. Las palabras que Nathaniel había pronunciado eran ciertas, pero jamás nadie se había atrevido a dirigirse a ella de ese modo, tan solo Ezequiel Calonge.
Nicole lo miró preocupada, sabía que el chico debía de sentirse fatal en ese momento. Tenía que estar completamente vacío, y ella no podía hacer nada para consolarlo, no tal y como estaban las cosas entre ellos.
Caminaron en silencio la poca distancia que quedaba hasta el lago que se encontraba en el cielo a los afueras de Barnor. Los siete Domadores comenzaron a crear corrientes de aire bajo sus pies y se elevaron de forma ágil y elegante.
María se quedó en el suelo viendo como de nuevo se volvían a olvidar de que ella no podía hacer eso, pero al menos estaba vez no se había quedado sola, el profesor Quemada tampoco podía realizar esa acción.
De pronto un largo tentáculo surgió, agarró al profesor y lo comenzó a llevar hacia el lago.
—¡Eh, que falto yo! —chilló a sabiendas de que si no pedía ayuda el profesor no se la ofrecería.
Entonces un tentáculo la cogió de forma brusca. El kraken la había pillado desprevenida y no pudo evitar tragar bastante agua al entrar en el lago. Una vez arriba comenzó a toser parar tratar de expulsarla. Miró al resto, cómo no, estaban impolutos en la orilla, ¿cómo lo conseguían?
—Es el momento de separarse —anunció Adrianna.
Claudia enseguida se posicionó con su hermano, por lo que Angélica y Javier fueron con la directora. Nicole miró a su hermano y dio un paso hacia su padre, no quería hacer un viaje tan largo junto a Nathaniel. No era un buen momento. Óscar la siguió sin pensárselo dos veces, así que maría y Bruno se juntaron con Nate y Clo.
—Nos vemos en el Morsteen. Nathaniel, no os alejéis demasiado —le pidió preocupada la directora.
Estaba fuera de Barnor, pero el peligro no había pasado. No quería que los emboscasen cuando ellos no podían ayudar.
Ambos cerraron los ojos, las conexiones comenzaron a brillar, el dragón y el grifo aparecieron de forma majestuosa y cada uno se fue subiendo a la criatura correspondiente.
El viaje fue cansado y silencioso, pero no demasiado lento. El grifo y el dragón batieron rápido sus fuertes alas para llegar lo más pronto posible al internado, sentían el nerviosismo de sus compañeros por alcanzar el lugar.
—Chicos, dejad vuestras cosas en las habitaciones —pidió de forma amable Javier Jaquinot.
Los jóvenes obedecieron sin rechistar.
—Óscar, ve preparando las aulas.
El profesor siguió las instrucciones de la directora y los dejó a los tres a solas. Era el momento de tener esa conversación.
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La leyenda de los Ignis | #2 |
FantasiaLa pelea entre los repudiados y los Domadores dejó el internado completamente destrozado provocando que los alumnos tuviesen que volver a sus casas y volver a sus vidas cotidianas. Sin embargo la aventura no ha terminado todavía. María, Bruno, Nico...